La Literatura de la vida.

Es para mí un agrado poder dirigirme a ustedes. Lo siento al empuñar cada deseo mío plasmado en estas palabras versadas aquí.

Como dije en una clase, dictada una mañana de noviembre de este año a jóvenes que me miraban entusiasmados: “Una persona no busca a la literatura; sin embargo es ella, la que busca a la persona, se revela a esta persona, tomando como excusa una acción violenta y caótica de su vida; entra por sus venas, revuelve telúricamente su pensar reestructurando y consolidando su fe, y lo lleva a sujetar con firmeza los instrumentos sagrados del oficio más fabulador y fantástico, pero también más comprensivo, servicial y sensible que existe: Un lápiz y un papel.

He finalizado un año más fuera de casa. Han pasado ya cuatro años desde que mis sueños de joven adolescente me empujaron a buscar mi propio derrotero vital. Comprendí que si había de tomar un camino, éste debería ser fuera del lugar donde nací. Así lo entendió mi ilusionada convicción que me ha conducido todo este tiempo en el que he vagabundeado errante fuera de mi terruño natal. Cuatro años que me han llevado a replantear muchas cosas en mi vida. Cuatro años de reflexionar, aunque los últimos meses de este año debo confesar que fueron totalmente exhaustos. Cuatro años de vacía soledad, pero también de inequívocos aprendizajes. Cuatro años de hacer muy buenos amigos, “conocidos” primero, pero que gracias a su paciencia, su tolerancia y su comprensión me permiten hoy llamarlos: Mis amigos.

Hoy terminó todo, todo lo que un escolar de primaria diría: -Mi aprendizaje inicial-. Coincidentemente también terminó mi labor anual de docente. Atrás han quedado muy satisfactorias experiencias.

Como ya lo expresé una vez este año, y lo terminé describiendo en mi autobiografía, al referirme que seguía atravesando una crisis existencial por encontrar mi camino real. Puedo afirmar que lo he encontrado, y sé que el mío es la escritura. Una escritura consciente y reflexiva; abierta, y a la vez cuidadosa; libre, pero a la vez cautelosa. Sobre todo viva; pues aún hay mucho por hacer, por escribir, por aprender y sobre todo por vivir.

La vida por azar del destino me llevó este año a conocer a nuevas personas a las que como ya he dicho sino hubiera sido por ellas hoy no los contaría dentro del vasto horizonte amical que me rodea. Como se lo escribí a una de mis estudiantes en un libro mío esta semana, y lo ratifiqué más tarde en un discurso que terminé elaborando: “La amistad nunca se busca; sólo aparece, siempre está allí esperándonos y cuando llega hay que cultivarla y hacer lo mejor por estas personas que ahora pasan a convertirse en amigos, sean pequeños o grandes, estén cercanos o distantes”. Eso lo aprendí de mi padre y aún lo recuerdo.

Este año ha sido también la consolidación de muchas ideas que venían flotando en una nebulosa, pero que terminó disipándose para permitirme ver con los ojos de la subjetividad y emocionalidad las cosas. He aprendido a amar más a mis libros, me he sentido encaminado gracias a ellos. Leer a Camus, Wilde, Exupery, Whitman, Shaw, Russell, Sartre, Stevenson, Paz, Gelman, Aleixandre, Lorca, Alberti, Cernuda, Hernández, Vallejo y Mariátegui ha sido una gratificante experiencia, ya que sus narraciones y poemas han contribuido a calar en mí: Mi ideología, mi convicción, mi verdad y mi vida intelectual.

Sin duda que el mayor logro para nuestra Literatura Peruana este año ha sido el aporte sustancial de Mario Vargas Llosa, quien un jueves 7 de octubre despertó a todo un país, que se mantuvo en los ojos del mundo durante casi dos meses. Sin duda un trabajo que terminó consolidándose el 10 de diciembre al recibirlo de manos del Rey de Suecia, me refiero al Premio Nobel de Literatura. Sin duda a pesar de las críticas y opiniones encontradas por varios sectores, ha hecho del Perú, un país sumamente grande y respetado otra vez, al menos como ya lo expresé en una nota pasada que escribí: “Ha abierto el camino de un incansable amor por la literatura”, al menos para las futuras generaciones entusiasmadas de esta fantástica pasión de la escritura.

Este año he cerrado magníficamente un ciclo pendiente que tuve, al menos profesionalmente y de la mejor manera como siempre lo ambicioné al llegar a Lima. El dictado de una asignatura que desde que me la asignaron supe que implicaría: El contar historias, el crear junto a un bello puñado de jóvenes redacciones de pensamiento, el establecer diálogos y escucharlos, el contarles alguna anécdota biográfica de algún escritor que inspire más su amor por la literatura, el permitirles ojear libros y el escuchar de sus voces como ésta cautiva tanto a varios adolescentes, aunque a algunos de mi generación no comprendan, igual los entiendo; no se les puede pedir más cuando el medio en el que vivimos, se torna cada día más consumista, superficial y menos moral al punto de terminar imbuyendo también en sus concepciones de ver el mundo.

El curso de literatura o como la he llamado entre mis amigos: La cátedra de Literatura, si es que se puede llamar así, con respeto de muchos catedráticos que a quienes estimo, a la noble asignatura que se dicta en un colegio. Esta experiencia me permitió profundizar más y aclarar muchas lagunas, temores y dudas que tenía en cuanto a qué tan importante era ésta para mi vida.

La vida me ha permitido conocer a muchos estudiantes este año, más de lo que pensé cada uno con sus respectivas individualidades y reencontrarme con otros; desde bulliciosos jóvenes que debatían entre ellos por resaltar su criterio, en cuanto al juzgar la acción de tal o cual personaje, hasta señoritas afectuosas y alegres deseosas de escuchar una nueva historia o un nuevo poema cada clase. Ellos me ayudaron a ver y comprender la esencia de mi trabajo, el de profesor y escritor; porque mi trabajo ante todo ha sido constantemente escribir y describir las inquietudes ajenas.

Ha sido para mí un gusto recoger estas innumerables inquietudes y muestras de estima. No niego que me llegó a faltar un poco de paciencia a veces, pero siempre encontré frente a ello, -y siempre lo hay- una sonrisa o un gesto amable de gratitud que hizo mi trabajo más grato. Me sentí conmovido con las palabras que un buen alumno redactó en una carta a uno de los personajes de “El túnel”. Me conmovió el cariño que le tomó una alumna a unos libros de poesía española que terminé prestando, o tal vez a otros estudiantes que les fascinaba las historias contadas en clase como las inolvidables “El viejo y el Mar”, “Enma Zunz”, “Marianela”, “Una rosa para Emily”, “Don Juan Tenorio”, “Los cachorros” y tantas historias que tal vez extenderían esta crónica.

Quilca, y sus libreros a quienes debo en gran parte mi pequeña biblioteca que pude armar en Lima. Un amigo y hermano muy apreciado que de no ser por él no hubiera comprendido la magnitud de mis acciones, recalcándome a cada instante: “Tenemos que seguir apostando por los jóvenes”. Gracias hermano y amigo. Los colegas, de quienes he aprendido y que me han rodeado este año donde he trabajado; así como a los nuevos amigos que hice en la nueva ruta que decidí iniciar: Los amigos del Colegio de Periodistas de Lima; y los amigos y maestros de la Escuela de Letras de San Marcos.

Sin duda que seguiría hablando en la mente agradecido de todo ello, pero siento que me extendería más de lo que debo y lo que debe significar esta crónica. Gracias a todos ustedes por hacer de este año: El año de las satisfacciones. Agradezco a todos de manera muy amplia.

Sólo me queda por reafirmar que: “El éxito llega cuando menos lo esperamos y creo firmemente que es fruto de nuestra constancia y perseverancia en sobremanera. Así como cabe necesario siempre ponernos a realizar un balance sobre lo que ya pasó y sobre lo que vendrá más adelante. El reflexionar es importante.”


Entrañablemente para todos de manera abierta y sin medida un afectuoso saludo desde donde me encuentre, sea cercano o lejano a cada uno de ustedes. Sendas reflexiones por el año que se va y venturosas satisfacciones por el año que viene. Éxitos.

Fraternalmente desde la Civdad de Los Reyes del Perv.

Víctor Abraham

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