Fue un lunes 20 de Junio invernal.

Lunes 20, Junio invernal.

6.30 am: mañana con presencia estival asunte, más bien fría. El día de ayer llovió por espacios cortos; más bien cayó garúa fuerte. El reloj de la residencia amaneció malogrado. Gente atiborrada a la salida del edificio que aún me cobija. Las calles van tomando su dimensión real de urbe capital. Las movilidades motorizadas van tomando sus usuales dimensiones avenidales. Escolares cruzan la calle precipitadamente. Hombres y mujeres disponen un día más de su vida a la jornada diaria de labor. El poeta sale a la calle y describe, pero ante todo observa, piensa y escribe.

Fue un lunes como hoy, que desperté y me vi el rostro al espejo. Estaba más roído que de costumbre. Son tantas amanecidas pasadas, que aún no me han permitido darme cuenta de cuándo, cómo o porqué terminé así. Hoy es la festividad No 29 que sobrecoge a este cuerpo mío, con todo y espíritu. Veintinueve estaciones traslacionarias de Tierra, veintinueve veces mirando cada mañana el Sol, desde que lo recuerde en mi uso de razón, veintinueve otoños con sus vecinos inviernos. Veintinueve vividos. La verdad que cuando uno vive a escarpadas y cuestas, a espaldas de todo, (¡He dicho de todo!) uno no llega a sentir en su conciencia: cuándo es que se nos va la vida. Simplemente la vida se escurre entre las yemas de las manos; y lo que es más trágico, una vez escurrido ya no vuelve ni el mínimo instante de hálito vivido ¡Cómo es la vida!

Uno come, duerme; hace las cosas más elementales de la vida.

No es que uno no haga o deje de hacer por descuido las cosas más elementales de la vida sólo por sacrificar éstas a cambio de un puñado de sueños. No digo eso. No quiero ser negativo, sino sentirme vivo en mi más honesta expresión. L'Être Humain debe ser honesto, no trágico ni exagerado. El día de ayer nada más creía ser adolescente; hoy al despertar me siento más vivo, no he dicho más adolescente ni más adulto. El soñador vitalista en esencia nunca está más joven ni más viejo: simplemente está vivo. Eso es todo.

La vorágine vertiginosa del tiempo se detiene una vez al año para hacernos reflexionar, no importa si esté friolenta la mañana, o si amanece lloviendo. No importa si estemos en casa o en la calle observando detalles. Lo importante es que ese día sirve para detenernos y pensar no una, ni dos veces; ni siquiera la tercera parte por diez valdría; ni siquiera las veinticuatro horas y otros 1440 minutos: es más que ese tiempo. Es un tiempo inmedible porque se antepone al tiempo real y orgánico. Necesitaríamos alrededor de las veintinueve vidas que ya hemos cumplido y las veintinueve vidas que nos queden por vivir. Como ya dije esta vorágine se detiene para hacernos reflexionar sobre cuánto ya hemos avanzado en nuestro camino real o simplemente no. El camino es largo y a la vez efímero. No niego, ni siquiera pongo en materia de cuestión estos cambios cronológicos o temporales, físicos o morales, y lo que ellos implique y lo que acarree de por sí. No voy a decir que el tiempo es ingrato. Es insensato pensar así, simplemente aprovechamos nuestros instantes vitales cada vez mejor o los dejamos discurrir: nosotros elegimos.

Mi padre (...)siempre se preocupó por mi bienestar, no sólo físico, sino también moral e intelectual. Me enseñó el trabajo y el esfuerzo, de cómo éstos se resumían en una sola frase: “Luchando, cayendo y levantando”. Tres gerundios, tres oraciones simples unidas por una coma y una conjunción. (Dios bendiga el ánima de este gentil hombre donde quiera que se encuentre)

(Hago un paréntesis... Después culminaré esta crónica apreciativa.)

(11.17 am: Regreso a la jornada de escritura)

(…)

De mi madre guardo los más tiernísimos afectos y devociones, si es que es permisible decir esto de un Ser Humano al que se le llama con justa razón: madre. Ha sido siempre una mujer hacendosa. Lacónica en momentos difíciles, pero risueña en otros no tan difíciles. Sus cabellos, de un liso oscuro retinto que impresionantemente se resistían a morir de la forma más albicante posible. De ella, he aprendido la determinación y la libertad. Libertad entendida como capacidad para discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Ella puso en mi camino, siempre eso mismo: caminos. Caminos de Libertad. Recuerdo aún una expresión suya: “Hijo, es pasable ser pobres, pero no corruptos y deshonestos.”

Creo, que estos calificativos denigrantes constituyen en el individuo sus mayores pecados mortales: Seguir haciendo de este mundo un universo sistémico más intolerante, desigual, distante y corrupto. Como diría el genial poeta noruego Bjornstjerne Bjornson: “... tú nos proveíste de una nueva iglesia; pero, también, la llenaste de un espíritu nuevo, y no exactamente de amor. Es verdad, nos has construido nuevos caminos, pero caminos a la destrucción, como se evidencia claramente en las desgracias de muchos. Es verdad, has reducido nuestros impuestos; pero, también, has aumentado aquellos sobre nosotros mismos; juicios, protestas y equivocaciones no son bendiciones para una comunidad.

Por lo mismo consiguiente, me atrevería a seguir su línea y reforzarla afirmando que: se nos han dado desde que tenemos uso de razón alimentos materiales, la infraestructura adecuada en algunos casos, el vestir correcto o la moda apropiada, las normas morales etiquetadas y aceptadas por cada circulo social según credos y razas; pero lo que ha faltado es: habernos alimentado de verbo espiritual, de ideas y de optimismos. La paz sosegada del cuerpo satisface el espíritu.

Mi madre era siempre una religiosa convicta y confesa. Siempre procuró darnos el alimento espiritual. Era, hasta cierto punto diría yo, una persona sumamente católica. Aunque esto, no impedía nunca, ni podría impedir ahora el espíritu liberal hogareño que tenía. De no ser por esta hermosa cualidad, tal vez hoy mi libertad, no constituiría mi esencia. (Ídem) Ya he dicho no constituiría mi esencia y la que me sigue sosteniendo.

Son tantas cosas las que uno vive y toca cuando es niño, que quedan impregnadas para siempre en el corazón adulto. Cito textualmente una frase de los proverbios bíblicos que tomé de las Sagradas Escrituras, y que usé para epígrafe de una de las secciones de mi primer libro de poemas: “La palabra verdadera se instala para siempre, lo que es falso dura sólo un momento.” (Prov. 122., 19) (…)



Víctor Abraham les saluda y agradece por su amabilidad constante.
Desde la Civdad de Los Reyes del Perv.

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