Prólogo para un prólogo. Sueños de la Realidad. Lima. Perú. 2011

LAS PRIMERAS IMPRESIONES

(Prólogo para un prólogo)


“Trastos de amor censurados. / Comida en piso negro regada. / Llantos en inopia conjetura marcada. / Irascible mano que ya no atrapa.” (64)

“Canciones de esperanza. / Rebrotes de salvajismo. / Poesías que denuncian mala fe. / Sueños de niños.” (105)

“Ascua en noche de invierno calienta…/ alcanfores y llantenes para el caminante. / Manitas rosadas de la pequeña / que espera al papá que no existe.” (124)

“Hambre que no cesa por más opulenta mesa / porque su hambre no es de alimento, sino de verbo; / claudica tus temores, dudas y celos / sé libre y vive como el viento.” (138)

Detén el cambio si puedes, / deja a la segunda generación soñar / ¿Quién ha de detener el progreso social / donde hombres y sueños más humanos sean? (172)

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Cuando empecé a difundir por primera vez estos versos, entre algunos amigos y compañeros, me di con la entera sorpresa que no había el menor interés por seguirlos o encontrarles sentido alguno, al menos en ellos, no lo había; era lamentable, pero los entendía. Eran otros tiempos. Todos aún teníamos algo menos de veinticuatro años; y si mi lógica era correcta, nadie leería cinco años más tarde versos. Versos, más que sutiles cargados de instintiva conspiración. Recibí calificativos de todo tipo, algunos, hoy memorables y recordables, nada más. Es todo.

Estos versos, que durante cinco años durmieron en la memoria de mi escritorio, fueron sacados para ser leídos de vez en cuando obligándome en cada relectura que de ellos hacía, siempre a reflexionar sobre la aprobación, aunque más diría, reprobación de la que fueron víctimas en aquel entonces. En cada lectura hecha siempre reflexioné su contenido.

Es preciso señalar que dichos escritos no sufrieron variación alguna desde esa época, salvo pequeñas enmendaduras ortográficas que hice luego, pero traté que ello no cambiara en lo más mínimo la intención del mensaje. Llegué a memorizar algunos, y a tomarles significado. Años más tarde, seguí albergando la esperanza de publicarlos. No concebía justo que estas palabras quedasen guardadas en los simples deseos de un principiante versador. En dos oportunidades estuve cerca de publicarlo, pero sentí que no era el momento de hacerlo. Ahora pienso, que nunca tanto como hoy ha llegado el momento de propagarlos. He sentido los últimos meses esa motivación intrínseca de darles vida como libro de poemas, claro está; así que decidí por fin recabarlos de la mesa donde escribía, y entregarlos al editor.

A continuación, ofrezco las palabras del prólogo que hice a inicios del 2009, redacción que tampoco ha sufrido ninguna variación desde que se escribiera. Dejo ahora, para criterio propio del lector, creo que él más que nadie, sabrá darle la connotación y apreciación que desee.

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Prologo de inicios del 2009

Inicio de un nuevo año. Noche febril de espasmos leves y ojos piadosos. Todos están durmiendo de lo más tranquilo, o tal vez sólo lo aparentan.

“Sueños de la Realidad”, nace como el saldo mayor que se contrajo con un hombre en las postrimerías de su vida. El escenario era blanco como sus paredes y sus tálamos helados: Un hospital, inhóspito lugar para cualquiera que ama la vida; descrito por un poeta como Casa del dolor. Recuerdo todo vivazmente en mi memoria, al menos mi tácito subconsciente aún lo recuerda muy vívidamente, aunque este “consciente yo” que me arremete no quiera, o simplemente se haya negado a recordar. Me lo ha negado siempre. Era una fría noche cuando el cansancio se hacía desmedido y se luchaba por no pegar siquiera un momento los cansados ojos. Noche invernal de noviembre, noche inerme en el cielo oscuro alumbrado sólo apenas por unas cuantas estrellas soñadoras que empujaban deseos de alivio y salud. Noche, que luego se volvió quejosa por el llanto de un bebé recién nacido. Así fue, ahora que lo recuerdo.

Al inicio me pareció un trabajo sumamente personalista, así que entendí que debía abandonar este derrotero; el propósito debería ser otro: expandirlo de la forma más abierta posible. En cada relectura antes de su publicación sentí una necesidad imperiosa de hacerlo más amplio y darle alcance mayor. Ha sido pues dura mi lucha. Ha sido duro y batallador mi discernimiento para vencer finalmente al “yo inquisidor”, y hacer prevalecer el “yo reflexivo”.

Al referirme “como el saldo mayor que se contrajo con un hombre en las postrimerías de su vida”, no me refiero únicamente a un hombre que existe o que existió; si bien es cierto éste fue el móvil inicial que permitió moldear el trabajo en su gran estructura, sin embargo el motivo verdadero luego giró en torno a las únicas ideas sobre las cuales estos versos únicamente deberían descansar: por un lado, llegar a la mayor colectividad posible, y por el otro remecer los diversos sentires más humanos posibles.

En el constante escribir y leer, muy a menudo he pensado que la acepción “hombre” siempre debe buscar proyectarse al sentido más universal posible: me refiero a los muchos hombres y mujeres que están vivos. Ellos y ellas, quienes creen y sueñan; ellos y ellas, quienes ríen, pero también lloran; ellos y ellas, quienes sufren, y al instante otra vez vuelven a reír. Me refiero a ellos y a ellas, en algunos casos, muchachos curiosos y talentosos, muchachas talentosas y disímiles entre ellas mismas, hombres y mujeres afanosos de ser ellos mismos, padres y madres con sus niñas y niños, hermanos y hermanas con sus hermanos y con sus hermanas, todos y todas unidas. Creo convencido que por ellos siempre se estará escribiendo.

Se escribe por los hombres vivos en toda su totalidad de espíritu porque nadie, al menos cuerdo, escribe para un inerte cuerpo que ya no lee, ni piensa; aunque tal vez inspira a presentes vidas. Contradictoria conjetura. Como ya he dicho, este cuaderno de poesías, ha sido escrito y descrito a modo de versos para el que vive con toda su intensidad.

Todo libro es el saldo a una necesidad de contar, de afirmar, de reafirmarlo que se piensa.

En la medida que el lector avance en la lectura de cada página, se irá dando cuenta que la temática se erige sobre una posición crítica frente a la parvedad individualista cotidiana en sus diversos estadios: desde la insensibilidad colectiva hasta la necesidad de buscar lo anhelado. El trabajo busca entrever en esencia y estructura, una postura que rechace toda forma inicua de coacción hasta cierto punto indebida.

No se escribe solamente para denunciar las circunstancias que hacen cada día más intolerable la condición humana y el trato igualitario, sino para reflexionar sobre el modelo de sociedad circundante, que cada día se muestra más indolente y materialista consigo misma; sociedad, que tal vez ha dejado de soñar sus propios sueños para quedar sumida en una burda, casi descartable y absurda realidad que instante a instante la envuelve más en la insensatez dejando de lado en muchos aspectos de la categoría humana.

Por tanto, asumo con responsabilidad cabal lo descrito en este cuaderno con esa misma fe ciega que me llevó a escribirlo, pero sobretodo con la esperanza de hallar en el lector, una mirada concienzuda bajo el lente del pensamiento agudo. No les pido nada a los lectores, salvo un juicio honrado en virtud de sus ideales; sin embargo expreso el deseo vehemente de ir juntos al encuentro de una nueva interpretación de la vida. Una interpretación capaz de remecer los cimientos más bajos del instinto.

Cada escritor en sus múltiples facetas, ya sea como poeta, ensayista, dramaturgo, cuentista o novelista; ha de creer con esperanza en un cambio y orientar su trabajo a ello justamente.

Cada escritor debe buscar ese cambio que direccionará su vida y la de sus demás congéneres. Debe usar sus nobles ideales para enrumbarlos hacia un punto de convergencia común: El bienestar material y espiritual. Ha de lograrlo únicamente con sus palabras sinceras y transparentes. He allí la importancia de su arte.

Para terminar, afirmo mi convencimiento pleno en que será la hermosa poesía, proveniente siempre de un puñado de versos cogidos muchas veces de forma tácita de nuestras experiencias, la que terminará humanizando todo: al mismo poeta que escribe, así como al lector que muchas veces llevado por una simple curiosidad o satisfacción estética, la encuentra.

El autor

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Desde la Lima, ciudad capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda

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