Un tercer domingo de junio.


Aproximadamente hoy, Tercer domingo de junio, un promedio de 55 países celebran este día con alegría y júbilo, fecha asimismo que sirve no solo para celebrar, sino también para reflexionar o recordar según sea el caso. Pues así es, el Tercer domingo de junio está signado en el calendario cívico peruano con rojo, signado para hacer un alto a las labores diarias y homenajear al padre, a ese ser progenitor y protector, a ese amigo y compañero, a ese confidente y paradigma, a ese guía moral y pragmáticamente intelectual, a ese ser combativo de lucha diaria, porque padre es todo esto, y muchas cosas más. Pienso por tanto que un padre es necesario en todo clan familiar sin importar edad o condición, total, no se nace siendo padre, se aprende a serlo en el camino. Por tanto, muy significativa resulta su presencia durante los primeros años de formación y crecimiento de los que serán como él también futuros padres, puesto que los hijos en parte asumen lo que su padre les lega, y no me refiero tanto a cuestiones materiales, sino más bien a cuestiones tácitas: esos modos de actuar, estilos de proceder, las buenas prácticas de tal o cual fe, o de tal o cual valor, la responsabilidad para asumir las consecuencias de una elección precipitada, el buen ejemplo, qué sé yo.

Entiendo, aunque me cueste aceptarlo, que últimamente las demandas económicas y sociales sumadas a los nuevos estilos contemporáneos de vida por asegurar la estabilidad familiar reclamen hoy en día también una dinámica laboral de la mujer - hecho desde ya muy loable y sacrificado por parte de este noble género femenino-, pero sin embargo advierto que estos nuevos modos de vida que hoy rigen sobre nuestras sociedades también están trayendo una mayor superficialidad en las relaciones familiares, una pérdida significativa del rol real que corresponde tanto a padres como a hijos porque de algo estoy seguro que los roles de los padres siempre serán los mismos y muy distintos a los roles de los hijos, pues ambos roles son complementarios para establecer la armonía en el hogar. Sí, pareciera que estos nuevos estilos contemporáneos de vida y sus múltiples ajetreos de espacio y de tiempo, están menoscabando hasta cierto punto el compromiso de la paternidad llegando en algunos casos al detrimento, desgasto o deterioro de esa imagen perfecta de ser padre. El ausentismo es hoy mayor en las mesas a la hora de almorzar, o la hora de cenar, entendible por un lado supongo, pero por otro, debería tomarse con cuidado. Falta de compromisos personales de padres que aún no han terminado de ser hijos, y conyugales también son de cuidado y de delicada observación porque hacen meollo en este asunto de la estoica paternidad, pero a pesar de todo- y créanme que es cierto-, que la figura paterna, la progenitora, no la secundaria ni la civil que se contrae en unas segundas nupcias, sino esa figura real y primigenia siempre será irremplazable en un hogar. Triste consuelo de aquéllas personas, cuyos padres están durmiendo piadosamente por múltiples circunstancias, sin embargo pienso que hoy, el solo hecho de evocar su sola imagen ya es suficiente para seguir haciendo bien las cosas como buenos hijos.

Del mismo modo que el Día de la madre, muchas,  muchas familias acostumbran reunirse y realizar alguna celebración en nombre de esos padres, de esos abuelos, e inclusive de esos hijos que ahora son padres también, todos maravilllosos. En familia se organizan para preparar algún platillo, hacerles pequeños obsequios, o simplemente pasar un rato agradable. Otras familias, van llevando flores a dejar en las tumbas de los extintos padres a los que recuerdan con nostalgia y emotivo cariño.

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Recuerdo, que llegado el Día del padre todos los niños de la escuela hacíamos - y creo que hasta ahora se hacen-, corbatas en cartulina que las coloreábamos para regalarles a cada uno de nuestros padres. Yo aún tengo muy claro estos hechos en mi memoria. Ese día, nos levantábamos temprano, dábamos un abrazo a papá y entregábamos la tarjeta. Eran otros tiempos. Mi padre sonreía, algunas veces salíamos de paseo; otras, sencillamente la pasábamos trabajando como cualquier otro día. Eso sí, los almuerzos eran cautivadores, se hablaba de todo, se daba gracias a Dios, y bueno se intercambiaban algunas cosas en común. Como ya dije, yo aún tengo muy claro estos hechos en mi memoria.

Cuando era ya un adolescente recuerdo que mi padre -un hombre viejo y  roído por el tiempo-, cada noche traía bajo el brazo muchos libros, algunos amarillentos, otras veces eran periódicos antiguos, - muchos de los cuales me leyó siempre-. Se sentaba en una mesita que quedaba en una de la esquinas angulares de la casa, y empezaba a escribir en cuadernos que él mismo compraba. El viejo, escribía siempre, escribía memorias, escribía pensamientos, hacía muchas transcripciones, realizaba dibujos y anotaciones. Siempre me llamaba y me decía: "Ven para leerte". Yo lo miraba fijamente, me sentaba y escuchaba. Como ya dije una vez para una crónica que escribí anteriormente, "creo años más tarde que estos encuentros y estas acciones que tuve con este hombre, cimentó y motivó mi oficio de escribir. Pues, nunca hasta hoy he conocido a nadie con su amor y respeto por la palabra escrita y sus creadores". 

Él se ponía allí a transcribir "pensamientos célebres" como los llamaba.  Los tres volúmenes de cuadernos que compuso los había ordenado muy bien, títulos en rojo decían: amor, paz, alegría, fortaleza, superación, fe, espiritualidad, risa, nacimiento, trabajo, justicia, bondad, honestidad, y otros tantos títulos que omito para no extender esta redacción. Él siempre me buscaba para hablar, yo siempre tenía algo para contar. Cosas, que aún recuerdo.

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Finalmente, quiero terminar esta pequeña crónica dejando por expreso hoy a través de estas palabras, un feliz día, un feliz día a todos los padres de este país, para los que pertenecen a esta patria y para los que están de paso, para los que sin serlo también se sienten peruanos y para los que están fuera, igual también saludos. Saludos para todos de la manera más amplia posible. Un día bueno para mis amigos y compañeros de labor diaria que son padres y también para sus padres. Un día grande y feliz para los padres de mis amigas y para los padres de mis estudiantes. Para todos en general, para todos los padres. Me aúno con solidaridad explícita a esos tantos hijos e hijas huérfanos, pero creo sin embargo desmedidamente que desde donde estén sus padres hoy están orgullosos de ustedes. A esos hermanos mayores, o a esas madres viudas, que siguen cumpliendo. A todos, a todos, una gratitud y consideración afecta. Pienso que los buenos ejemplos que dejemos en los demás, y más si son pequeños es vital y trascendental para forjar la personalidad futura de quienes queremos. 

¡UN ENORME Y FELIZ DÍA DEL PADRE!



Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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