Manifiestos de la palabra honrada
Manifiesto de la
verdad y la libertad
Escribió una vez
José Saramago entre otras cosas, antes de morir, y que a propósito sirvió de contraportada para
uno de sus libros póstumos, la siguiente expresión: " el escritor tiene
que decir quién es y qué es lo qué piensa.” Frase muy certera, puesto que llega el
momento en que uno mismo debe empezar a cuestionarse, a analizarse, a darse
cuenta qué está haciendo, y que está logrando. A entender cuáles son sus
motivaciones, y cuáles son sus temores. A
aceptar sus virtudes y a encarar sus defectos. Tarea harta difícil, por el
hecho de no existir la perfección, sí, la bondad esperanzadora de los actos.
Pues debo admitir que sólo cuando se tiene el conocimiento propio y el control
sobre sí mismo es probable alcanzar la profundización no sólo del cuerpo, sino
también la del espíritu, de allí que una de las opciones para encontrarse
consigo mismo sea la profundización.
Siempre ando diciendo tercamente que somos instantes de un tiempo nada más, que somos instrumentos de una obra mayor, que la honestidad y verdad son secretos del artista, que somos lo que somos, que lo demás es lo de menos, que es necesario un cambio generacional, una mayor apuesta por los niños, por los adolescentes y por los jóvenes, que la libertad tiene caminos únicos e indivisibles que nos empujan a rechazar patrones que van contra nuestros propios códigos de verdad, que debemos ser rebeldes, rebeldes honestos, que vale más crear y proponer que obedecer y seguir, que el diálogo y la comprensión son ante todo las mejores armas, y que la defensa de nuestra convicción es nuestra mayor carta de presentación ante esta realidad que nos envuelve. Pienso que el pensamiento dibujado tras estas afirmaciones son lo que en parte pueda comprender hoy en día acerca de esa misión y compromiso como ser humano en esta vida, luego de muchos intentos de análisis, idas y vueltas, acciones y decepciones, aciertos y caídas, en fin experiencias que son posibles de trascender cuando están fundamentadas en el estudio, la comprensión y las buenas lecturas que moldean en suma nuestra personalidad.
Luego, la personalidad del individuo está definida por la vivencia diaria, y por el constante aprendizaje teórico de leyes y fundamentos, pues ambos aspectos confluyen en contextos determinados que se llaman espacios temporales donde aparecemos, donde vivimos, donde nos movemos, donde amamos y donde nos posicionamos, espacios que exigen luchas, buenos estados motivacionales, diálogos, comprensiones, pero sobre todo una búsqueda firme y constante de libertad y equidad.
Manifiesto del pensamiento soñador
Siempre ando diciendo tercamente que somos instantes de un tiempo nada más, que somos instrumentos de una obra mayor, que la honestidad y verdad son secretos del artista, que somos lo que somos, que lo demás es lo de menos, que es necesario un cambio generacional, una mayor apuesta por los niños, por los adolescentes y por los jóvenes, que la libertad tiene caminos únicos e indivisibles que nos empujan a rechazar patrones que van contra nuestros propios códigos de verdad, que debemos ser rebeldes, rebeldes honestos, que vale más crear y proponer que obedecer y seguir, que el diálogo y la comprensión son ante todo las mejores armas, y que la defensa de nuestra convicción es nuestra mayor carta de presentación ante esta realidad que nos envuelve. Pienso que el pensamiento dibujado tras estas afirmaciones son lo que en parte pueda comprender hoy en día acerca de esa misión y compromiso como ser humano en esta vida, luego de muchos intentos de análisis, idas y vueltas, acciones y decepciones, aciertos y caídas, en fin experiencias que son posibles de trascender cuando están fundamentadas en el estudio, la comprensión y las buenas lecturas que moldean en suma nuestra personalidad.
Luego, la personalidad del individuo está definida por la vivencia diaria, y por el constante aprendizaje teórico de leyes y fundamentos, pues ambos aspectos confluyen en contextos determinados que se llaman espacios temporales donde aparecemos, donde vivimos, donde nos movemos, donde amamos y donde nos posicionamos, espacios que exigen luchas, buenos estados motivacionales, diálogos, comprensiones, pero sobre todo una búsqueda firme y constante de libertad y equidad.
Manifiesto del pensamiento soñador
Soy un hombre que juega
con las palabras, un hombre que cree en el poder de ellas. Un hombre que le
enseñaron desde pequeño que su patria era el Perú, y sin embargo veinticinco
años después se tuvo que dar cuenta que su patria no sólo estaba definida por
un territorio geográfico, sino por un territorio humano, un territorio
colectivo, porque debo entender, y así lo entiendo desde entonces que donde
haya un ser humano vivo allí habrá patria, una patria humana diría yo. Un
hombre que sueña, que sueña una realidad mejor y distinta a la que hoy vive,
sin descuidar por supuesto el aquí y el ahora.
Por otro lado, cuando uno
sueña, no busca pintarle a los demás ideas inexistentes, sino realidades
existentes. Cuando uno sueña, no habla o piensa sólo en la posibilidad de
diseñar un mundo mejor, qué es la razón de ser de un soñador, sino en
prepararlo cada día juntamente con quienes le rodean, prepararlo cada día,
cultivarlo cada día con fe y decisión, con palabras que remuevan el
corazón. Ya dije una vez, pensar con la razón y el entendimiento, pero elegir
con el corazón sincero.
Sobre el estilo y el método de trabajo
Lo interesante aquí sería definir cuál es ese estilo de
trabajo que se plantea a sí mismo un escritor -cualquiera sea su dimensión,
como poeta, narrador, dramaturgo, o ensayista-, no basta la tensión y la
intención ni siquiera los elementos y recursos de estilo, ni las formas
importan tanto, es necesario que sepa así mismo hacia donde apunta su
personalidad, y eso sólo es posible de determinar cuando uno encuentra en sí mismo su propia filosofía de vida
producto de las experiencias vividas, eso es tan importante como encontrar el
método de trabajo para la creación porque no basta la emoción de escribir, sino
¿bajo qué forma escribir y qué método usar?, total, los elementos y las formas
giran en torno a la personalidad original del escritor, y esta personalidad
solo se constituye finalmente cuando hay de por medio- como ya dije-, una
filosofía de vida, entonces allí el oficio de escribir recién puede
desarrollarse. Para mí, los principios espirituales de mi niñez marcados
fuertemente por las lecturas de la biblia, las experiencias diarias de maestro,
los viajes planificados y no planificados, los sitios donde he vivido
esporádicamente (entre ellos, Buenos Aires del Perú, lugar de mi infancia), la convivencia con todo
tipo de personas - y su aceptación o no aceptación-, las lecturas de
Aleixandre, Pirandello, Sartre, Camus, Bellow, Solzhenitsin y Böll en mis
momentos solitarios, mis acercamientos a los planteamientos filosóficos de Kierkegaard traducidos en un existencialismo espiritual, mi propia
inclinación al psicoanálisis y al humanismo psicológico de Maslow han dado
forma a esas particularidades mías de escribir: la sensibilización, el
desasosiego, la rebeldía, la fe, la franqueza, el cuestionamiento total, la no
aceptación, todas, peculiaridades todas y mías unidas bajo un sólo método
silencioso de trabajo: el existencialismo.
Manifiesto del trabajo diario
Mi trabajo
es describir la realidad no por el mero hecho quejoso, sí, reflexivo.
No persigo más allá que mis palabras no puedan generar algún día con ambición:
ese cambio, ese cambio de espíritu generacional, ese cambio de esto que daña
y corroe a los individuos; en todos casos asumo para tal fin una crítica con el
fin de evitar que más personas sigan viviendo sumidos en la pasividad y la insensibilidad de
lo mismo. (Algo muy distinto a no saber cómo hacer las cosas.) Sé muy bien lo
que quiero y lo que busco. Me proyecto, todos los días proyecto lo que
pienso.
Mi trabajo no se orienta
a un propósito “congraciador” propiamente estético y simplista, donde se aclama
con palabras difusas a una belleza física que en realidad no existe- salvo la
del alma-, sino a propósitos románticos – en la acepción ideal más amplia de la
palabra- donde el corazón y la buenas intenciones se baten a diario en
decepciones y en problemas sentimentales, donde el enamoramiento, sentimiento que
obra sobre nuestra voluntad y que alimenta la esperanza de
encontrar personas nobles, es tan vital como nuestra fuerza
esperanzadora de cambiar muchas cosas de este sistema. Tal vez, por esto sea
que el enamoramiento nos cambie a nosotros primero más de lo que imaginamos
antes que podamos vernos cambiando al mundo.


Por otra parte, debo aceptar que no distingo religión si hacer el bien es más justo y gratificante. Anoche alguien refirió muy bien que el compromiso y el estudio son pilares para la realización diaria, creo en esto también, sólo que a mi modo. Pienso que ante todo está el respeto y las buenas opciones para generar un bienestar, ya sea en intención o en proceder. Total estamos para compartir y enseñar. La soledad y la indiferencia en muchos casos son difíciles de entender y de asimilar, sea tal vez por esto que la soledad no sólo conlleve a la meditación personal, sino a desarrollar según Thomas Mann: “pensamientos más confusos y más intensos, más graves, más extraños, más originales y atrevidos.” A comparación -pienso- de la indiferencia, que nos muestra siempre los lados más sórdidos del alma humana.
En realidad, creo convencido que el escritor escribe para un colectivo mayor, al margen de ser o no comprendido. ¿Quién en realidad es comprendido a cabalidad? Las escasas explicaciones y difusos cuestionamientos internos que hace el artista- sea escritor, músico, pintor, qué sé yo- de su vida quedan resumidas a eso, a simples explicaciones y especulaciones, que jamás son descifradas. Quedan sumidas a preguntas sin respuestas, a acertijos sin soluciones, a falacias ambiguas que sólo pueden ser resueltas al final de la vida, cuando ya la reflexiva experiencia es superior a la joven impaciencia.
Manifiesto de la elección

Manifiestos de la esperanza

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