Prólogo para un cuento de niños


ADVERTENCIA
a los niños enormes que lean este cuento


I

Conocí alguna vez a un niño en mi etapa infantil, en realidad era un hombre, un hombre bonachón con alma de niño. Reímos, hablamos y compartimos cosas, cosas que sólo comparten los muchachos sencillos.

Pasaron los años ambos crecimos, bueno, uno de nosotros creció más que el otro. A veces la mente y el espíritu no crecen directamente proporcionales al cuerpo. Cosa curiosa, pero es la verdad. Alguien dijo una vez que un adulto creativo es un niño sobreviviente a la barbarie de la realidad adulta. ¡Gracias, Dalal Yehia! Debe ser así, seguramente que sí. En fin.

A veces pienso que la realidad no es más que una selva de concreto en la que diariamente todos hablan, hablan y hablan, y sin embargo nadie sabe nada. Todos creen tener la razón, y sin embargo esa extraña categoría que  llaman razón es tan pequeña y limitada que sólo conciben en ella números, portadas sensacionales, modas, términos políticos, ajetreos semanales, citas a ciegas y per capitas nada serios a lo que realmente significa estar vivos.

Por eso mientras seas niño, vive como niño, ama como niño, sé ingenuo como niño, ríe como niño, sueña como niño. En suma se un niño.


¡Oh, pobre de aquel que desestime el poder de un niño!
¡A él le está asegurado el cielo!

Un niño, es un pequeño ser que está vivo, enteramente vivo. Un niño puede ser un músico, puede ser un médico, puede ser un arquitecto o tal vez un maestro, inclusive ser poeta. Un niño puede ser y no ser. Un niño puede encantar sin proponérselo. Un niño puede asumir que lo sabe todo, y vaya que su poderosa imaginación hace que lo sepa, y si no hacer que lo construya. El mundo de un niño es la ficción. Su teoría es la ficción.

La teoría de la ficción suele puede ser comprendida por un niño.


II

¿La historia? Ah, sí claro que la historia.

La mano que escribe estas líneas pertenece a un hombre que aún se aferra a seguir el camino que una vez dejó trazado un pequeño niño.

El mensaje que encierra este pequeño idilio ya no están infantil, sin embargo ello no quiere decir que por las tempranas nostalgias y  sueños no haya sido alimentado. Es que la verdad, todos alguna vez hacemos caso al pequeño ser que llevamos dentro.

Así empieza esta historia que  se hace más verosímil al volver a ser leída. Esta historia que no es más que la de una casa, una casa donde habitaron una vez cinco personas, una casa tan grande como esta pequeña historia, una casa tan pequeña que aún puede guardarse en la memoria. La historia de una casa pintada a veces verde, pintada a veces amarilla.

Muchas de las cosas y detalles, formas o colores, que alcanzan a describir nuestros ojos sobre lo que se ve en un tiempo, desaparecen. Muchas de estas cosas sólo son instantes de tiempo y punto.

Una ribera, un mar, unos niños, inclusive unos animalitos, todos, absolutamente todos  enlazan dulcemente escenas y pasajes que sin duda se escribieron pacientemente por muchos años en la mente.

V.A.

De: La casa de papá y mamá. 
Lima. Perú. 2012



***
Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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