Carta para un corazón de melón (apuntes de "Libertad bajo comparecencia". Lima. 2012)
Corazón de melón:

Es curioso, que sin pensarlo haya sido posible pactar un
encuentro casi sin saberlo y sin
proponerlo hace sesenta y cuatro o sesenta y cinco días- tal vez más- no lo sé,
ni recuerdo. Tal vez eso ahora sea lo de menos. Sin embargo lo que no puede ser
menos es el juego del destino- esa especie de suerte invisible- que me ha
conducido todo este tiempo a buenos puertos – esos buenos cariños y buenos
afectos que he recibido de ti-. Fue un sábado,
uno de esos tantos y apáticos sábados a los que estaba acostumbrado. Es curioso
que de pronto haya podido encontrarte, pero no tanto porque sin pensar te
busqué, sino porque sin buscarte te he terminado pensando. Pensando demasiado. ¿Cuánto
ha transcurrido desde hoy en que nos vimos por primera vez? ¿Lo recuerdas? ¿Lo
recuerdas? , yo hago el remoto esfuerzo por recordarlo. Ya he perdido el
cálculo desde ese entonces, ya ni recuerdo los detalles externos, pero sí tengo
vivos los detalles internos- que son al fin y al cabo los más importantes-. Las
cosas que solemos decir, las cosas que solemos hacer, las cosas que solemos
pensar, todas estas cosas son las que realmente importan, ¿me has entendido?,
son estas y nada más.
Cuando un escritor alcanza la etapa de la creación propia,
no ajena, sino ésa que va acompañada del estilo, la intencionalidad y la
temática de su pensamiento muchas cosas cambian, cambian alrededor de su vida y
su visión por la comprensión general. Sólo cuando un escritor alcanza esa
etapa, se puede decir que está empezando a escribir lo que realmente debe
escribir, lo anterior a esto, sólo
constituye el legajo de borradores imprecisos y miedos impropios de una mente
aún infantil. La mente revela al cuerpo.
El escritor que empieza a alcanzar la etapa de la creación propia pule la mente,
y esta se revela al cuerpo, ya no de manera imprecisa, sino precisa.
Espero, que al leer esta nota, sólo puedas regalarme dos cosas,
aunque no pueda verte: la primera, una sonrisa, y la segunda, otra sonrisa.
Esto es lo más importante, lo importante debe ser siempre estar alegre, lo
importante debe ser siempre sonreír, no una, ni dos, sino las veces que te sea
posible hacerlo. Vale? Un abrazo sincero y te estaré esperando hasta el próximo
regreso.
Pequeña querida, mi querida pequeña.
Pd.- ¿Sabes lo que haré cuando te vea?, ¿Lo sabes, verdad?, dime
que lo sabes…
Inmensamente tuyo.
V.A.
(De: Libertad bajo comparecencia. Lima. 2012)
***
Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.
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