Sobre el compromiso y la sensibilidad

(De Víctor Abraham en: Profesión del pensamiento. Lima. 2012)
***

Ya una vez escribí para una crónica que redactara el año pasado, y en la cual hacía varias anotaciones sobre esto que llamamos sensibilidad. Porque es mi trabajo y mayor motivo de estudio y comprensión para la construcción de mis escritos, el análisis de esto que llamamos: sensibilidad humana.
Aquí refería que:
"La deshumanidad, la intolerancia y la brutalidad no pueden vencer a los nobles sentimientos y bondades del hombre y de la mujer. La vida antes que la muerte. La sonrisa antes que la tristeza. La emoción antes que el cálculo frívolo y trivial. Lo hermoso ante lo bello. Lo plural ente lo singular. El amor ante el encono. La solidaridad total, total. Ese es el mundo que debemos buscar, ayudémonos todos y démonos fortaleza. La meta es larga, pero no imposible."
***
Supongo que es mi deber como escritor, seguir los lineamientos de los buenos hombres y de las buenas mujeres. Muchas veces otros no somos más que continuadores de esa gran obra, somos instrumentos de una obra mayor, y pienso que esa es la armonía del espíritu producto de la sensibilidad humana. Comulgo con dos de mis maestros más serviciales, cuyos nombres sé que desde que los mencione opacan ya tremendamente mi persona. Debo mucho a sus enseñanzas y vivencias plasmadas en ensayos y escritos literarios, pero también a su perfil coherente de vida.
He visto siempre en el francés Albert Camus - y supongo que seguiré viéndolo así-, un ejemplo de servicio, un deseo por hacer del arte un arte humano que es la verdadera esencia. Ninguna obra, nada que no lleve en su construcción impregnada esos ingredientes de solidaridad humana y compromiso social. Vale la pena. Pues tenía razón - y ahora lo siento más -, cuando decía que: "El artista se forjaba en ese perpetuo ir y venir de sí mismo a los demás; equidistante entre la belleza, sin la cual no podía vivir, y la comunidad, de la cual no podrá nunca desprenderse."

Del mismo modo, debo una comunión absoluta con el alemán Heinrich Böll,de quien he aprendido que todo artista no concibe en su vida más que la búsqueda y entendimiento por comprender su propio sufrimiento por vivir cada día - tal vez más que material, moral- al que, sin quererlo está atado. Son como él refiere, en el payaso Hans Schnier, uno de sus personajes, que son la miseria y la lucha con sus propios demonios los que engrandecen su visión y comprensión del mundo y de las sociedades que les circunda.
La posibilidad de que convivan en el hombre actos e ideas, de la manera más coherente, sí es posible. Y más cuando esa voluntad está intacta cada día que amanece. Por eso, el escritor debe convertirse en un pulsómetro que mida cada vez- y de la manera más eficaz y precisa-, esas sensibilidades humanas que no pueden ser ajenas a nuestro trabajo de interpretación y animación de consciencias colectivas diarias. Por eso es importante sembrar en nuestras generaciones venideras esos espíritus críticos, reflexivos, pero también emotivos y sensibles.
Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.
Comentarios
Publicar un comentario