Bondad regenerativa, respuesta a la bondad de las personas

La bondad regenerativa


Sabes?, siempre he creído con férrea convicción en mis ideales, y lo que está tras ellos. Son muchos, tal vez más de lo que puedas imaginarte. Pienso a veces, que han terminado absorbiendo mi vida, hasta convertirme en un hombre hecho de ideas y de creencias. Soy un idealista, tienes razón, y tal vez como tanta gente,  también me tratas de idealista. Debo confesarte que ellos creen que me ridiculizan al citarme así, hasta no ha habido quien me ha tildado -producto de ello - como ingenuo o tonto, tal vez tengan razón, en parte tal vez tengan razón, sin embargo eso no me provoca odio ni esquivez mucho menos aversión, ni les doy crédito a sus palabras, ni les quito nada. Sólo los escucho, porque es mi deber escuchar, y paso. No les quito nada, no, nada, sino al contrario sus palabras me ayudan a calibrar mi fortaleza para ponerla a fuego de azogue, y templarla mejor.

Siempre he creído en mis ideales, como ya te dije, son tantos, pero el más preciado para mí, después de la honestidad, está el principio de la bondad regenerativa, ésa que no es otra cosa que creer en la capacidad del Ser Humano para intentar ser bueno, y porqué no, mostrar bondad a sus semejantes. Esto, lo aprendí de mis padres cuando era pequeño, sin siquiera haber llegado aún al umbral de mi tardía adolescencia. Luego, creer en las personas, creer mucho en las personas, seguir creyendo. Tienen razón, sí tienen mucha razón apreciados John, Norma, Peggy, y Yory. Tal vez como ya dije anteriormente, ésta sea la única puerta para adentrarnos y conocer aún más esta curiosa manifestación que llamamos sensibilidad.

 

Por tanto, ampliar, sí ampliar, aún más nuestra harta capacidad de amar- no dudo que la tengamos, sí, que la tengamos que despertar-. Te amo, te quiero, - y siendo sincero- no sé hasta cuando te querré, sin embargo, espero sigas adelante. Sigas aprendiendo, creciendo más y dando lo mejor siempre también a los demás. Las medidas frívolas o paliativamente mediocres  son efímeras, las trascendentes,  las reales son las que cuentan al final. Siempre te he dicho que vivimos en una sociedad de odio y falto de sensibilidades, es lamentable, que esta vez hayamos tenido que coincidir en este tiempo, tal vez en otro tiempo hubiera sido distinto. Sin embargo, no debemos dejar que esta sociedad prolifere en nuestra nobleza y nos haga cómplices de ella. Esta sociedad,  la misma que critico hasta el hartazgo cada día, por la tarde, y en la noche, hasta quedarme dormido esperando que cuando me levante al otro día la nueva amanecida sea mejor, sí – al menos un poquito mejor-.

 

La presencia de Dios


Esta tarde alguien me dijo, que ya no creía en las personas porque todas eran malas y están contaminadas de maldad, su única esperanza era poner su fe en Dios, no en la sociedad material – o mundana de hombres y mujeres-. Debo confesarte que me causó gracia esto, porque pienso, que no son más que formalidades puritanas y esnobistas de fe, no de fe sincera. Es una barbaridad pensar en Dios como un ser alejado de los hombres y de las mujeres, sencillamente porque Dios, no está en los cielos, ni en ese prístino limbo, sino en los hombres, en sus aciertos y desaciertos, en sus alegrías y en sus frustraciones. Dios no está en una ideologizada religión, ni siquiera en las paranoias de sus redentores, no, allí no está Dios. Dios está en la verdad de los hombres, en el rostro de los hombres. Las cartas de Dios, están yaciendo en las calles, en las comunidades abiertas –y debo afirmar que también en las cerradas-, en los hogares, en los minúsculos y menesterosos seres, en las consecuencias humanas de los hombres y de las mujeres, y hasta me parece que también en nosotros, en tú y yo juntos. Pienso por tanto, que es una desfachatez tratar de saltearnos estos importantes espacios -donde es más que probable que se encuentre, según las escrituras “EL QUE ES”-, sí, es una desfachatez, pienso, que hoy en día, a estas alturas de la vida en que más se necesita de esta presencia dadora de esperanza, se intente alejarla de los Seres Humanos, para quererla ver  como un Dios tan puro alejado de toda falencia humana, es una idiotez.

 

El ejemplo


Siempre hablo de dar el ejemplo, siempre hablo de los actos, que los actos determinan las cosas y cambian el rumbo de las palabras. Siempre hablo y defiendo los principios, no porque sea un “moralista” entre comillas – como alguien intentó catalogarme una noche de octubre, no soy moralista, menos me creo cercano a esta abstracta definición, ¿quién es moral?, tú, tal vez?, Claudia?, Simón?, el párroco?, el pastor?, no lo sé, no me importa, ni está en discusión esto ahora. Nadie es perfecto, ni cree serlo, porque las suposiciones sólo quedan encerradas en éso, en falacias y ambigüedades. Sólo soy un hombre de fe y esperanza, nada más que eso. Si te hablo hoy de valores humanos, sea tal vez porque nos urge hoy hablar de ellos, pero no solo hablar de ellos, sino hacerlos, hacerlos realidad.  Si hablo de la coherencia y del compromiso con las personas, debería entonces a través de mi vida anteponerlas a  mis irritabilidades de hombre para dar tranquilidad a otros hombres, a  quien lo necesite. Recuerda, recuérdalo ahora, perdonar, para ayudar y para hacer sentir bien a los demás. Ese es mi compromiso y espero que más adelante también lo sea para ti. Te quiero, recuérdalo siempre. Ah, claro, me olvidaba, sonríe, sonríe mucho, mucho sonríe. Cuídate.


Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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