Me gustas


Me gusta pensarte, retenerte en mí -aunque sea en recuerdos míos-, imaginarte, descubrirte, saber cómo eres, percibirte en mi tacto nocturno a ti y a toda parte íntima que pertenezca a tu cuerpo diminuto y femenino, en fin.

Me gusta comprenderte, escuchar tu repentino silencio, mirarte con esos ojos cansados que dices que tengo, quererte tanto como he aprendido también a querer los domingos con sus tardes y sus noches, instantes que duran sólo cinco o tal vez seis horas, pero los suficientes  para ir descubriendo el repentino y frenético conocimiento del amor verdadero.

Me gusta amarte hasta perderme en tu revoltoso éxtasis  y sentirme en dentro de ti, dentro de tu fecundo amor humano.

Me gusta saludarte, saludarte por las tardes, por las noches, llamarte, en fin, verte, verte a ti, abrazarte, abrazarte no por manía rutinaria de hacerlo, sino por sentirme abrazado a tu propia alegría, pues tu alegría siempre trae un sabor distinto, un sabor a tierna mujer.

Me gusta escribirte, tal vez no sea mucho, tres cartas creo o algo más, no lo recuerdo, pero eso sí, las más significativas, de eso no lo dudo. Me gusta saber que estás allí, que coincidimos en afectos, que coincidimos en caracteres similares y simétricos, en fin, en deseos y besos, besos prodigados en lugares y puntos exactos de nuestro dual mapa corporal.

Me gusta acariciarte, acariciarte a ti y tocarte con mi pensamiento, hacerte el amor tras palabras y gestos, estar pendiente de ti, de tus alegrías y tus manías. Me gusta escuchar música contigo, de ésa misma que envuelve nuestra estancia cuando estamos tú y yo solos, solos lejos de esos lugares ruidosos e inquietantes que sobran en nuestro amor.

Me gusta cargarte, cargarte a ti y darte vueltas en campana, una y otra vez, y otra vez de nuevo, y las veces que vengan tras esos "de nuevo". Me gusta oírte hablar, escuchar de ti todas tus palabras, las que vengan destinadas a mí, y las que no tengan destino seguro. Me gusta tanto tu sencillez como la sencillez de tus notas escritas que dicen poco, pero lo suficiente, lo suficiente para expresar valientemente lo que sientes.


Me gusta, me gusta tanto saber que eres tú, y que detrás de ti siempre estará tu voz, sí, esa frágil y sutil voz destinada a mí, y tras ésta el recuerdo de tus manos sobre mis mejillas, tu cara risueña, en fin. Qué más te puedo decirte, sólo que me gustas.

(Conocimiento del amor. Lima. 2012)


Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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