Respuesta para una pregunta inesperada
Usted, usted que me ha preguntado esta noche, “¿Quién soy
yo?”, que “¿Quién soy yo?”, curiosa pregunta para alguien que tal vez no esté
familiarizado a las respuestas vacías y escabrosas, imprecisas, vagas y llenas
de laberínticas palabras; sin embargo para mí ya nada causa extrañeza, y más
cuando la persona fulminantemente interrogada - como yo- vive en ese vacío extraño todos
los días, cuando esa misma persona cuestionada justamente ha aprendido a dirigir sus pasos entre lo común y lo anormal, entre lo trivial y lo extraordinario, y a diferenciar muy bien entre el silencio del oficio y el silencio del desdén, desdén que lo categoriza todos los días como estrambótico, iluso e irremediable, una persona acostumbrada a divagar entre lo amable y lo desagradable, entre el afecto y el rechazo, y a lidiar entre lo mayoritariamente "bueno" para muchos, pero incorrecto para pocos, los realmente justos, ya que de eso se trata no?, de separar la paja del trigo, en fin, esta misma persona que ya no define nada salvo remotas esperanzas de fe en las individuos que aún puede
reconocer como próximos a él mismo.
Usted, usted que me ha preguntado esta noche que “¿Quién soy
yo?”, permítame decirle que lo que voy a escribir a continuación, no lleva de
una pizca de explicación común (y ojalá pueda usted entenderme, como yo ahora
mismo trato de entenderle con mi más humana empatía), probablemente estoy
seguro que usted no merece una respuesta trivial o floja, sino una esmerada y
consciente, y este esmero en responderle está en que también usted sea un
poeta, tan poeta o tal vez más poeta que yo mismo según afirman sus conocidos, en fin. Eso no importa ahora, sólo cumplo hoy con responderle como trato de responder siempre a las personas que me preguntan cosas, es por cortesía no quedarse callado en el vacío absoluto, nuestros interlocutores no merecen desaire alguno jamás.
Soy Víctor Abraham para servirle, hijo de un padre cultísimo de quien aprendí que la humildad y la nobleza son ante todo las mejores armas para un hombre de bien, y que las personas en esencia son buenas. De mi madre he bebido lo más substancial
de la vida, de mi vida: mi fe en un Dios, no el distante, sino el cercano a los hombres, y mi libertad para actuar
según mis propios códigos de verdad. Mis primeras nociones de vida y raíces deben a un lugar que me ata siempre, allí empezó mi aprendizaje, y debo a esta ribera, porque es una ribera, mi mayor respeto y cariño, Buenos Aires, Buenos Aires del Perú.
He
viajado algo y conocido personas, muchas personas cuyos recuerdos hoy guardo en mi corazón, a algunas las he perdido en el camino para no volverlas a encontrar, y otras han
decidido irse para no volver más, sin embargo no las juzgo, ¿cómo podría yo, un
hombre que cree en la libertad, juzgarlas o retenerlas? No, eso jamás. Cuando
ya no sienten necesidad de estar en un estado o lugar, lo mejor es dejarlas ir.
Pienso, que la aparición de las personas como el proceso ordenado de los
sucesos diarios son imprevistos, agradables, pero también desagradables, estos
mismos van y vienen, o tal vez deba emparentarlos con los días y experiencias que
también vienen y se van, algunos para enseñarnos algo, otros para no dejar
nada, salvo angustias y dolores que nos fortalecen con el paso del tiempo.
Ya una vez me definí en una pregunta similar a la de usted,
pero no precisamente porque me lo preguntara alguien externo a mí mismo, sino
porque me lo preguntara yo mismo, la autodefinición siempre es mejor, subyace a
cualquier ropaje mediático, formal o celebratorio, e inclusive falso. La
autodefinición parte de nuestro fondo más profundo y sus raíces están
entregadas al fondo más introspectivo producto de muchas miradas
retrospectivas. Debo admitir que es usted la primera persona que me lo pregunta
directamente, sin tapujos ni rodeos- muchos lo han hecho, pero de perfil-, y
felicito su interés por querer conocerme, aunque es
tan posible que mi respuesta
resulte para usted lejana a la que hubiera querido leer. Desde ya lamento desilusionarlo,
en fin.
Siempre he dicho que soy ante todo un hombre cuya vida está
ligada a la observación de los detalles que nos muestra la vida diaria, al
compartir de experiencias sencillas con los otros – los que nos rodean-, y a la
descripción que se pueda extraer a partir de estas dos primeras con las
palabras. Me defino como un hombre de ideas y de acciones. Mi compromiso es con
toda sociedad abierta al progreso humano. Mi patria es el Perú. Mi talento,
escribir lo que pienso. Mi profesión, la escritura. Mi búsqueda, la libertad.
Hago y deshago maletas cuando tengo que partir en busca de nuevos aprendizajes.
Mi ciclo de formación aún es incipiente, sin embargo mis deseos, mayores. Me
proyecto al tiempo y al espacio, no como simple especulador, sino como su mayor
actor. Un hombre de mundo. Me entristece la indiferencia que socava los
corazones humildes. Me regocija una sonrisa y si viene de algún menor, aún mi
alegría es mayor. Mi concepción humanista social es el faro que trata
empecinadamente de llevarme cada día a buen puerto.

Lamento todo este impase, porque sé que esto me llevará a
repensar muchas cosas, y a reformular otras, puesto que no me gusta hacer daño
a nadie. Las situaciones no las forzamos, se dan, tal vez en algún momento
usted pueda entenderme. Hasta entonces un grande abrazo y cuídese mucho, luego
de este somera respuesta no tendremos más que hablar sobre estos detalles sin
importancia acerca de mí, todo está en los libros y notas que he podido
escribir, ya dije una vez que el seudónimo no determina nada, el nombre
tampoco; sí, los actos férreos y convicciones permanentes. El nombre encasilla
a difusas realidades que muchas veces no muestra del todo. Le agradecería pudiera reflexionar sobre lo
que le he escrito y arreglar sus diferencias de la manera más ordenada y
prudente. Estoy para servirle, totales saludos.
Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.
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