Palabras sin título
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Dibujo tomada del portal: Cuaderno de los sueños, sito en (http://monica-dreamsbook.blogspot.com /2007_11_01_archive.html) |
Soy un obrero,
siempre lo he sido y me siento orgulloso de haberlo sido. Soy un hombre que ha
caminado mucho durante toda su vida, un solitario que apenas si llegué a hacer
una familia corta, un buscador de respuestas que nunca han terminado de saciar su existencia. Un trazador de objetivos. Sin profesión alguna, eso sí, con
muchas ocupaciones, un trabajador manual y mental por excelencia. Amante de los
buenos libros y respetuoso de las creencias ajenas por más absurdas e inexplicables que hayan parecido. Me he desempeñado como hotelero, animador eventual de espectáculos muchos de los cuales fueron histriónicos y sin sentido, vendedor de objetos raros -pero necesarios-, trabajador de almacén,
peluquero, cocinero, empaquetador, ayudante de bares y de restaurantes. Empecé
una carrera que podía haberme significado éxitos, pero que quedó truncada por
procesos judiciales que no quiero recordar ahora. Nunca viajé, y no conozco más
allá que un par de ciudades, pero las suficientes para haberme enseñado a
vivir. Con una culpa de consciencia que jamás olvidaré y que ha golpeado mis recuerdos siempre. Es curioso percatarse que cuando uno llega a ser viejo, sí, sí, mortalmente viejo, el pasado cobra mayor nitidez, y mientras más años lleve de vida este pasado, más nítido se vuelve, tal vez más nítido que el presente mismo, con confesar que ya hasta olvidé el color de vestido que mi hija llevaba ayer, o si al perro de la casa le dieron o no de comer, claro que es mi trabajo hacer recordar este acto cada día a los otros, pero la verdad es que a veces lo olvido. No es mi culpa, y sin embargo lo siento, lo siento mucho.
Entre mis gustos: leer la biblia, transcribir
pensamientos célebres, ver películas mexicanas, coleccionar libros, ojear
revistas, y extraer figuras recortadas de periódicos viejos como anuncios de
matrimonios, recetas de cocina, mujeres atractivas y artistas de cine clásico. Soy
un católico, eso lo supe desde que mi madre me llevaba a las misas dominicales
cada fin de semana. Un trabajador rutinario comprometido con mis obligaciones,
un silencioso huraño también, y un orgulloso eso sí, pienso que el orgullo es
lo único que nos vuelve invulnerables ante cualquier situación hostil a
nosotros dándonos valor para sobreponernos. Nunca me ha interesado saber lo que
puedan pensar los demás sobre mí, no vivo de ellos. Aunque sí me es necesario
saber que piensa mi familia de mí. Ella es mi única razón de vida. Por otro
lado siempre he vivido en una casa grande sin arreglar, pues nunca me ha
llamado la atención arreglarla a pesar de los continuos pedidos de mi esposa y
de mis hijos, pero en fin quien toma las decisiones siempre he sido yo, y eso
lo saben muy bien ellos. El próximo enero cumpliré los 70 años. Es curioso
verme ahora ya encanecido y envejecido, sabía que algún día llegaría el día de
confrontarme con mis propias arrugas, pero no esperaba que fuera tan pronto, sí
justo ahora cuando uno recién comienza a hacer los descubrimientos más
elementales e importantes de su vida, pero las cosas son así y hay que saber
encarar al destino trágico y oscuro. Sólo los hombres valientes afrontan con el
mayor aplomo el último tramo de su vida.
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Dibujo de Philip Roth por France Belleville en http://ultimaspaginas.wordpress.com/page/3/ |
Debo reconocer
que últimamente de pronto hay muchas lloviznas invernales y breves – caray,
cómo ha cambiado el clima de un tiempo acá-, ahora hasta se pueden ver más seguido
en el cielo tumultos de nubes borrascosas, hasta los meses me parecen últimamente
más insensibles de lo que parecen. Supongo que en adelante condiciones
climáticas como las de hoy marcarán el inicio retrospectivo de muchos otros amaneceres
que el destino habrá de traer consigo a mi vida como vayan transcurriendo los
días, claro está. Tal vez haya llegado el momento imperioso de empezar a
escribir un diario monótono – es raro que me exprese así de este cuaderno, pero
ya está, ya lo dije, y cuando digo o pienso algo jamás me retracto, menos lo
borro- que reseñe las ansias, los recuerdos, los sucesos últimos, las
necesidades, las alegrías y penas – si es que las hay aún-, las ocurrencias, y
bueno todo lo demás que esta consciencia mía vieja y achacosa pueda ser capaz
de percibir. Siempre he escrito diarios desde mi juventud no monótonos, sino
divertidos, cuando los terminaba, los quemaba por situaciones de
confidencialidad; los últimos, los he acabado de quemar, puesto que a nadie le
interesa la vida ajena del prójimo; bueno pero si aparece algún buscón respetable
de repente tratando de hurgar en nuestra propia vida, lo mejor es dejarlo, es
mejor no decirle nada ni engañarle o ocultarle ciertas verdades vitales, está
en su derecho de tantear en la vida de uno. Ese es su oficio al fin y al cabo,
un buscador.
Sin embargo este
diario por ser el último que escriba- y pienso llevar esta empresa escribidora hasta
el final-, tal vez ya no pueda quemarlo, ojalá lo encuentre alguien que luego
de leerlo decida hacer lo mismo que siempre hice: quemarlo. Hay cosas que es
necesario queden en la absoluta reserva, pero como ya dije si resulta de pronto
un buscón respetable lo mejor es dejarle seguir con sus indagaciones, quién
sabe a qué conclusiones pueda llegar y servirle para sí mismo, en fin. Es
curioso sentir de pronto la necesidad de escribir, de escribirlo todo, de
contarlo todo, pero ya no por pura manía de ociosidad, sino por el repentino
sentimiento de despedida, de despedida final.
3.00
pm. Mes de agosto.
***
Fragmento introductorio del libro que vengo escribiendo: "Cuaderno de la existencia", a publicar próximamente.
Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.
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