De poeta a ensayista


De poesía a pensamiento

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Cuando empecé a escribir mi primer poema yo tenía aún catorce años, y francamente no tenía ni la mínima idea de que años más tarde mi vida dependería de esto, de esto cuyo nombre hoy he comprendido y he asimilado tan bien, escritura. Como ya he dejado entredicho anteriormente, era una curiosidad para mí escribir en ese tiempo, pero al mismo unísono llegaba a considerar la escritura de poemas febriles -aún de adolescente-, como un desahogo en mi intento por ser honesto conmigo mismo, una especie de confort mediático y tranquilizador, pero también de actividad creadora y salvadora para con mis propias emociones; a quien se lo dediqué (este primer poema) no tiene importancia ahora, total, han pasado muchos años desde entonces. Es curioso hoy que muchos de esos años hayan quedado encerrados en eso que llamamos épocas. Épocas, en las que los adolescentes de esa edad empiezan a balbucear sus primeros intentos de escritura creativa, porque es esa la edad - la de la adolescencia- en que las emociones son transparentes y limpias, a pesar de las inexpertas y precarias jugadas retóricas o rimbombantes figuras líricas que se quieran manejar. Esa es la edad de las manifestaciones sencillas, directas y claras, esa es la edad de las esencias. Pienso que en la medida que crecemos y nos adentramos en nuestras propias experiencias humanas vamos afilando y engrosando habilidades que nos cambian o perfeccionan, pero también que nos alejan de nuestra propia simpleza o sencillez del corazón. Total, aquí lo que cuenta al final es no perder nuestra esencia primera, sino mantenerla, o en todo caso recuperarla. He allí la gran tarea de los individuos, recuperar esa esencia que el mundo externo se empeña diariamente en intentar hacernos olvidar.

Como ya dije, fueron sólo eso al fin y al cabo, pasadas épocas. Por tanto, seguí escribiendo, redactando en hojas de cuadernos escolares, tanteando en versos emociones siempre agudas, balbuceando líricamente con el fin de hallar en dichos procedimientos líricos cada vez mejores construcciones, mejores redacciones de poemas, cartas, frases con dibujos, todo esto sucedía mientras crecía en estatura y pensamiento sin darme cuenta que en adelante esta actividad de dar vida a emociones en versos y en pensamientos sería mi destino y futuro. Escribir, redactar, elaborar, componer hasta entrada mi época universitaria en Trujillo fue lo que hice en adelante, muchas veces entregado al silencio de un cuarto solitario. Muchos escritos solía escribirlos en las noches, antes de dormir o sentado de pronto en un pasadizo de algún reciento universitario o en algún patio o al pie de algún monumento en la calle, sí, sí, como ya dije los solía acompañar de dibujos, muchos de ellos, animados de esos clásicos cuentos de Disney a los que tanto tiernamente he admirado. Muchas de estas historias aparecieron en la niñez temprana de mi vida, mi padre las compraba y traía a casa acompañadas de sus respectivos "cassettes" amarillos, rojos, en fin. Tal vez sea por eso que se hayan quedado hasta hoy impregnadas a los recuerdos míos, ya que siempre hubo al final de estos, geniales enseñanzas.

Génesis de un ensayista

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Yo aún rozaba los dieciocho o diecinueve, muchos de estos trabajos los llegué a obsequiar buenamente a amigas o amigos, o los pegaba de pronto en algún periódico mural o boletín, ¿los temas?, ah, sí, los temas giraban en torno al amor, a las relaciones de amistad, a mis preocupaciones por el futuro de mi existencia, a mis rebeldías, a mi temores y sueños. Es cierto y debo certificar que fue también por esa época en que los estudios de la pedagogía, la psicología y la filosofía, y los escritos que de ellos derivaban como pequeños análisis y críticas empezaban a aparecer como luces inesperadas aún en mis interpretaciones  porque es cierto - y debo admitirlo- que la interpretación y la conjetura lógica fue reemplazando a estos escritos que en un inicio llamé poemas, me fui convirtiendo sin saberlo en una especie de analista, cuando no, cuestionador e interpretador.

Han pasado muchos años desde entonces, y pienso que la construcción de lenguajes propiamente poéticos han ido cediendo su lugar a estructuras más elaboradas y  de características más acuciantes en cuanto al fondo mismo de ellos. Publicar dos libros de poesía y tener la sensación de no percibirlos como netamente poéticos en el sentido estricto de la palabra, más bien sentir una especie de haber entregado mi escritura a una forma de cohesión entre poesía y pensamiento. De allí que, temas más amplios, más sociales, más emocionales, más religiosos, más filosóficos, más políticos, más psicológicos, más económicos, más éticos y morales, más informativos, hayan terminado absorbiendo el interés de mis lecturas e interpretaciones habiendo llegado a considerar a la realidad inmediata y sus múltiples carencias como el centro y eje a explicar, entender, cuanto no, cuestionar o detestar. No soy un pesimista, sí un inconformista, sí un  crítico de lo que rodea y da forma a mi vida.

De allí, que sea necesario entender que entre el papel del escritor y del ciudadano diario no hay brechas ni separaciones,  el papel de este individuo es el mismo, sin más ni menos, y como ya lo expresé anteriormente, "la escritura ha de entenderse no como una especie de arte que sirva para entretener, sino como un vehículo para conducir consciencias y sensibilizar almas.

Un ensayista, es un hombre que usa el pensamiento para proponer teorías- o en todo caso pareceres-, él escribe partiendo de una lógica tan elemental como el sentido común, jamás puede negarse a denunciar, lo que según a juicio personal considere como erróneo y equivocado. Un ensayista, plantea una óptica partiendo de la observación de los sucesos con el fin de explicarlos, curarlos, darles salida o simplemente rechazarlos. En la lógica tan elemental del ensayista -no he dicho crítico literario-, jamás se podrá consentir mentiras arropadas frágilmente con tintes de verdades a medias. Sí, en esta lógica no hay cabida para la interpretación ingenua y mediocre, o para el "supuse que", para el amiguismo partidario que tanto daño hacen a la esperanza de las personas, de allí que los ciudadanos dejen de creer en sus líderes y guías, simplemente porque no haya ejemplos evidentes. ¿qué hay riesgos?, ¿ y qué?, ¿que haya malas interpretaciones?, ¿y qué?. Las cosas se hacen y las palabras se dicen tal cual se las ve o se las conceptualiza.

¿Ensayista o poeta épico?

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Tal vez haya que entender al ensayista honesto como un poeta crítico y realista, cuando no, social y político- un comprometido-, como decía Salvatore Quasimodo, "Un inconformista que pasa de la poesía lírica a la poesía épica para hablar sobre el mundo y el tormento racional y emocional en el que vive el hombre." Si atendemos a esta lógica, entonces el poeta estaría encumbrado a ser ese conscientizador del espíritu perpetuo, no mediático, total, asimilando el perfil propuesto por el autor de "El poeta y el político" se puede partir de una nueva concepción de poeta, un inconformista de la vida que no busca penetrar la cáscara de la civilización literaria falsa, porque seguramente ya haya descubierto que hay en su interior, una civilización llena de torres de defensa como en la época de las comunas medievales. El poeta, tal vez muy lejano a esta civilización a la que considera extraña, tal vez opte por estar solo, opte por recorrer las periferias, buscando encontrar en ellas cada día, encontrar en sus calles una imagen que contenga en sí mismo al hombre de los sueños, a la enfermedad y disvariamento del hombre, a la redención del hombre, a la miseria de la pobreza emocional. Por tanto, entre un hombre de letras y un poeta haya finalmente mucha diferencia, un político seduce al hombre de letras, pero no a un poeta porque el poeta va más allá de las simples pasiones políticas, partidarias, sectarias, un poeta universaliza consciencias practicando - no simulando o fingiendo- ante todo ese lado puramente ideal de nobleza en el Ser Humano.

Atendiendo a la lógica hermética del escritor italiano, anteriormente citado, tal vez haya necesidad de aclarar que no soy poeta - o al menos, no desde esa óptica puramente lírica-, sí, un observador, creí serlo por mucho tiempo, y debo reconocer que me equivoqué al pensarlo; sin embargo a pesar de ello, mis respetos y admiración al irlandés William Butler Yeats y al angloestadounidense Thomas S. Eliot siguen intactos, estos maestros de la lírica pura siempre me parecieron y me siguen pareciendo las mayores muestras humanas de sensibilidad y expresión poética que haya dado el mundo. Volviendo a mí, tal vez tenga un par de libros más de poesía para publicar, pero no, publicarlos no me seduce ahora, tal vez en algún momento lo haga. Soy un ensayista que interpreta desde su propia óptica existencialista lo que ve y lo que siente, y lo escribe usando una prosa simple, muy simple, pero eso sí acuciosa y reflexiva.

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Soy un hombre interesado en escribir relatos extraños cargados de matices morales, psicológicos y filosóficos con personajes a veces díscolos, locos, enfermizos, caóticos, pero también emancipadores y rebeldes; personajes que se decepcionan todos los días de su realidad, pero que también viven la procesión de su propia fe buscando compañía en sus demás congéneres; personajes convencidos de sus propios valores y creencias, pero también enemigos de sí mismos, cuestionantes y lapidarios; personajes furiosos y desconfiados que explotan en llantos de piedad y bondad del corazón; personajes de los bajos fondos morales y con las actitudes más sórdidas, pero también más redentoras y humildes. A todo esto, no es mi ambición construir relatos que obedezcan a estructuras textuales definidas ni enmarcadas en un canon único con el fin de captar lectores, sí, si más bien, es mi interés hacerme un espacio en sus consciencias individuales, llevarlos al cuestionamiento y al análisis. Mi interés es escribir ensayos, cuando no, relatos, sí, sí, tal vez relatos que expongan mis propias interpretaciones diarias. Eso, soy al fin y al cabo; no más que eso.


Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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