La dialéctica de la intelectualidad

Desidias y separatismos

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El separatismo intelectual de los escritores está acompañado hoy en día por la aceptación  asolapada más o menos consciente de una teoría de la sociedad de masas modernas que encuentra en la pobreza emocional de sus componentes su mayor fortaleza, dejándolos al desamparo espantoso privados de todo amor verdadero. Así de brutal, hostil y desquiciante a todo lo que es puro en el espíritu humano, un desierto y un horror, así es el núcleo de la sociedad de este tiempo, y creo que también lo ha sido la de todos los tiempos.

En ese desierto artificial y huraño recubierto de varias capas telares de ambigüedad -que no son sino miedos internos por esconder las verdaderas intenciones del corazón- camina errabunda la intelectualidad "moderna", sí, sí, esa misma, la de hoy.  Hoy más que nunca, los escritores y pensadores están más propensos  a ser ataviados por una indumentaria y accesorios letales que prueban y miden cada día su templanza.  Templanza, qué bonita palabra ¿no? Templanza, virtud cardinal que indica mesura o prudencia, sí, sí, eso pareciera ser que está a la orden del día, saber qué decir y cómo decir las cosas, total eso no es más que una muestra de honestidad en nuestras palabras. Pero cuidado, digo saber qué decir o cómo decir, no digo saber encubrir o callar servilmente, en fin.

Las brechas, las divisiones y las marañas coexisten juntas, las mismas que cimentan más la idea de un separatismo intelectual. Existen hombres acostumbrados a su fealdad sin hacer nada por mejorar o cambiar, acostumbrados a sus regimientos burocráticos, a sus robos, a sus mentiras propias y ajenas, a sus diatribas que las usan como pan de cada día, acostumbrados a sus guerras y a sus crueldades sin paralelo, por tanto cosas como éstas hacen difícil una reconciliación artística. Así los artistas nunca podrán reconciliarse o de hacerlo, les será muy difícil. Este tiempo - el contemporáneo nuestro-  ha contribuido a que las tradiciones sobre las cuales la literatura vive se torne más de forma que de fondo, más de ventas que de experiencias significativas, más de egos que de mensajes, más acrítica que crítica.

Pero es la tarea asimismo de estos mismos artistas intelectuales: mirar en sus propios ojos, y buscarse para encontrarse. Veo y me sobrecoge una sensación de alivio cuando escucho la palabra unidad en la boca de alguno de ellos. (Siempre que puedo escucho. Me gusta escuchar de vez en cuando.) Una vez me quedé hasta casi entrada la madrugada con un amigo poeta debatiendo algunos temas, temas de unidad, de separatismo, de conveniencia y de espíritu indisoluble de la literatura. Pensé esa madrugada, y aún sigo pensando que los intelectuales de hoy verán más adelante males aún peores, no lo dudo, de degradación tal vez, de infortunio quizás, de marginación que es harto probable de que suceda. Sin embargo creo que el único remedio para afrontar estas crisis será  al menos intentar estar unidos o en el menor de los casos concordar en ideas parecidas.

El papel del intelectual

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Nosotros - y ahora me incluyo a mí mismo- no podemos permitir que la generación que está tras la nuestra empobrezca ese espíritu noble más de lo que ya está empobrecido y deshonrado, esa fe y realización en el futuro debemos intentar encaminarla en los más jóvenes, pero no encaminarla a futuros de mediocridad y  destrucción de consciencias que hoy impera por doquier y rebasa cualquier realidad inmediata.  Pregunto, ¿qué les depara a ellos?. Pienso con pena irremediable que nuestras sociedades hoy avanzan a ritmos vertiginosos hacia un pragmatismo frívolo en donde las máquinas pesan y cobran más sentido que las emociones mismas al punto de fortalecer el espíritu maquiavélico. Generaciones tras generaciones, deberán aprender a examinar las cosas por sí mismos, tal vez se equivoquen en el intento-total, para eso está el don del discernimiento, ¿no?-  sin embargo es obligación nuestra enseñarles con nuestro ejemplo. Y esto sólo será posible desde nuestro acercamiento. Total, ¿que es más importante para los intelectuales? ¿escribir pomposos y truculentos artículos en revistas sofisticadas? ¿dar conferencias cerradas? ¿Asumir poses ridículamente patéticas y esnobistas? No lo creo, no creo que este sea el papel de un intelectual que hace su trabajo de la manera más cabal y consciente, cuando hay otros temas más trascendentales como el arte de sobrevivir en una sociedad pragmáticamente agreste, la resistencia a preservar los valores y principios que aún quedan, la vorágine cambiante de un mundo cada vez más tecnócrata imbuido en necesidades de crecimiento más económico que espiritual, la deshumanización de la calidad educativa, y el utilitarismo que cree comprar todo inclusive las propias consciencias humanas.

Si no tomamos un rumbo distinto hoy encaminados a ser esos intelectuales orgánicos y programáticos nuestra propia ceguera voluntaria hará que nos perdamos el derecho de llamarnos artistas, habremos aceptado lo que condenamos algún día convirtiéndonos en entes sumisos para quedar atrapados mediocremente en estrechas especializaciones, profesionalismos errados y esnobismos absurdos, es más, y me temo lo peor sólo habremos contribuido a formar una casta más. Y, por desgracia las posturas de esta casta en nada habrán contribuido al desarrollo humano.

Las posturas de la liberación, la independencia y la creatividad, han sido y siempre serán atractivas para las pobres almas que sueñan en todas partes - tal vez en provincias o lugares apartados-con una vida más plena, más segura, más humana. El escritor es admirado, el escritor es envidiado. Pero, ¿qué tiene que decir por sí mismo? ¿por qué, dice, al igual que los escritores que le han precedido desde hace más de un siglo, que está marginado de su propia sociedad, despreciado por sus contemporáneos que son cínicos y no  sienten más que desprecio por él? ¿por qué, dice, que está sin un público fiel? ¿por qué, dice, que está distanciado? Y de pronto, sueña con edades en las que el poeta o el pintor expresaron a la misma vez una unidad perfecta de tiempo y de lugar, con una aceptación real donde disfrutaron de una armonía vital con su entorno, sueña con una edad de oro.

Desde Lima, ciudad capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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