De las necesidades patéticas del bienestar.

Moses Herzog - personaje central de la obra del escritor canadiense-estadounidense Saul Bellow- que lleva el mismo nombre que su protagonista- pensaba que nuestra civilización es burguesa, no por el mero hecho marxista de definición, sino porque el universo, según vocabularios modernos del arte y la religión, fue hecho para que pudiésemos disfrutar  de él sin peligro y para darnos comodidad y ayuda. Tal vez pienso, que llegó inclusive a coincidir con esa caracterización que Alexis de Tocqueville, su pensador de cabecera, daba a lo que conocemos como cambio social, ya que según este ideólogo francés, éste era el producto de la aspiración a la igualdad de los hombres, lo que supone por tanto que el impulso humano siempre estuvo y está orientado hacia el bienestar, y por tanto éste era y sigue siendo uno de los impulsos más fuertes dentro de una sociedad democrática, sin embargo- y vuelvo a las consideraciones de Herzog-  que este impulso de buscar bienestar así como genera satisfacción, genera también poder destructivo, poder estridente y tirano. Un ejemplo de ello, el hecho mismo de que los crímenes de ahora sean menos privados y más colectivos, menos desapercibidos, y más célebremente seguidos. Yo diría inclusive que los crímenes se han vuelto hoy en día organizacionales porque se actúa y se daña en grupo -me imagino y pienso por tanto que el bienestar ¿o se ha distorsionado o es que hay mucha necesidad imperiosa de bienestar?- lo cierto es que los crímenes de hoy son cada día más violentos e inhumanos sin respeto por la muerte del otro, ya no solamente se mata, sino se mutila el cuerpo, ya no solamente se acaba con el sujeto, sino con la familia de éste sin motor ni motivo, hablamos y eso es lo peor de una violencia enquistada dentro en las familias, dentro de las escuelas. Por tanto, el odio y las violencias- móviles principales de ese desfigurado impulso por lograr el bienestar personal antes que común- están llevando a ello, a un desarraigo completo de la condición humana que debe cimentarse en teoría en el ejercicio de los valores fundamentales de la persona, tal vez -pienso para mis adentros dos posibilidades de no realización ética, es que hoy estos valores: o son muy débiles en su ejercicio para no poder causar un impacto real , o son muy fuertes para no tener la coherencia y determinación suficientes de no practicarlos, en fin.

Me imagino que esa necesidad de bienestar está mal encaminada, producto del relativismo y consumismo en los que están sumidos la mayor parte de los elementos constitutivos de  nuestra sociedad de este tiempo. Las violencias ahora - gracias a los propulsores de leyes débiles, y juzgados confabulados con el comercio de consciencias- se amparan en justificaciones tontas, ni siquiera el mayor monto económico ofrecido y posteriormente suministrado  a un joven sicario, producto de la situación de pobreza o necesidad, o ausencia de escolaridad, o ausencia de padres, o corta edad, o lo que sea, pueden ser motivos justificables, razonables y defendibles. El respeto por la vida no puede ser subvalorado por dinero o poder. Por Dios, hablamos de personas humanas que violentan a personas humanas.


Sin embargo, a todo esto - y parafraseo a Herzog- "...en toda comunidad hay una clase de gente profundamente peligrosa para los demás. Y no me refiero a los criminales para ellos tenemos castigos. Me refiero a los dirigentes, a los jefes. Porque, invariablemente la gente más peligrosa es la que trata de tener el poder en sus manos. Estamos destinados a ser esclavos de los que disponen de ese poder para destruirnos." Indudablemente que esto es harto ya más razonable, pero a la vez disparatadamente incomprensible, pues los verdaderos peligros tal vez no sean después de todo estos delinquidores del orden público por más trastornados que parecieran -o lo estuvieran en el peor de los casos-, no, ellos no son, ni deberían ser el objeto de nuestras incomprensiones y condenas brutales, tristemente ilógico, ¿no?, total estos no son sino componentes abyectos de un Sistema más grande y mayor que se mueve y daña a escalas inimaginables, indudablemente que no matan nunca ni se tiñen las manos de sangre, les basta teñir sus consciencias, qué va, eso no es perceptible a la vista. Los dueños de los medios de comunicación, los que jalan las cuerdas desde lo más alto de las cúpulas partidarias, los agentes silenciosos de la burocracia estatal embarrados en la peor corrupción de uno más uno somos todos, sí, sí, ellos son la gente más peligrosa que promueven ignorancia, enquistan la frivolidad respecto del verdadero sentir al prójimo, callan por defender lo indefendible, los que llevan a los ciudadanos desde sus cortas edades a una ausencia total de consciencia social generando luego, en pequeños sectores de pensamiento honesto: rechazo, rebelión, manifestación, desborde de pasiones con matiz de indignación. Hecho que sólo promueve una cosa, un divorcio más marcado entre los mismos hombres.

Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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