Agentes de la esperanza


Comprometidos con el tiempo histórico

Cuando al autor de "El mago de Lublin", el escritor judío y ciudadano polaco Isaac Bashevis Singer, le tocó ofrecer su discurso de aceptación del Premio Nobel, la noche del 8 de diciembre de 1978: éste durante toda la conferencia apeló insistentemente a la posibilidad de que un escritor entendiera que su trabajo reflexivo debía alejarlo de la posibilidad de erigirlo como un mero autor de libros-como más tarde, lo afirmaría también Saramago-, para convertirlo en un verdadero artista del espíritu, "no solo un predicador de los ideales sociales o políticos, sino preocupado por los problemas de su generación, no ajeno al hecho de que la creencia en la revelación es más débil hoy que en cualquier otra época de la historia humana, ni tampoco indiferente respecto al hecho de que más y más niños crecen sin la fe en Dios, sin la necesidad de escudriñar en los secretos de la inmortalidad del alma su salvación, e incluso escépticos de la validez de la ética. No puede (un escritor) ignorar el hecho de que las familias están perdiendo su base espiritual, y que el individuo no solo ha perdido la fe en la Providencia, sino también en el hombre mismo, en sus instituciones, y a menudo en aquellos que están más cercanos a él".

Ahora bien, respecto a este tema, pienso que hoy en día fácil es ser un autor de libros, uno publica, vende y ya está, pero difícil es ser un pensador, un escritor comprometido, un ciudadano cabal del mundo porque esto va más allá. La cabalidad implica dos cosas, ser conscientes y firmes respecto a nuestros actos e ideas, e intentar - como reverso de la otra cara de la moneda- ayudar a ser conscientes y firmes los actos y creencias de los demás. Esto me hace pensar que el mundo no necesita intelectuales, sino pensadores y natos cuestionadores, no necesita de académicos que vivan de espaldas a la realidad, sino de hombres y mujeres de lucha y de acción, al margen de la formación indistinta que cada quien pueda cargar sobre los hombros de su propio sentido común; así es: el mundo necesita de librepensadores, de individuos conscientes de sus actos, de gente análitica, rebelde y dispuesta a romper con sus propios paradigmas y modelos educativos impuestos durante su niñez, pero también seres preocupados por alimentar su espíritu con lecturas adecuadas y provechosas que sirvan a su propio crecimiento. Del mismo modo, todo esto, me hace recordar, y parafrasear un apunte que Kafka, mucho antes de convertirse en el hombre que sería más adelante, y de redactar su "Metamorfosis", o "El Castillo", escribió tras su paso por la Freie Schule («Escuela Libre»), a otro, también joven como él, y amigo personal por esas épocas, Oskar Pollak, durante sus clases de internado, "La educación que recibí durante mi infancia pretendía hacer de mí un hombre diferente del que he acabado siendo".

Sartre, alentaba el compromiso y la responsabilidad individual porque el Ser desde su concepción estaba condenado a ser un hombre libre, y por tanto a jugar ese preciado rol de asumirse como un sujeto histórico de su propio tiempo; así nos dice que, "son las propias acciones diarias y concretas, llevadas a cabo durante la existencia, las que determinan el ser del individuo, ya que sencillamente no existe una esencia humana predeterminada, una esencia ya hecha y fija, a la que podríamos acomodarnos de pronto plácidamente", es decir, según el autor de "La náusea", una esencia humana se construye a partir de la noción de un sujeto histórico que termina dándole finalmente su propio sentido de existencia.


Es sabido asimismo que un intelectual del presente: muchas veces, en su mayoría, más pegado al academicismo o al snobismo en afán de un reconocimiento mediático o decorativo, se olvida de que detrás de la verborrea de sus propias palabras están las convicciones y las acciones concretas, que detrás de sus ideologías partidarias están los valores éticos- o lo que yo asumo y llamo, códigos de valor individual-, o que detrás de la búsqueda personal y de la conveniencia está el deseo de trascendencia colectiva y de servicio comunitario, en fin. Yo podría decir, "hagan esto o aquello", escribir sobre los actos morales, y sobre el valor de defender la libertad colectiva, e inclusive crear hermosos versos o nutridas novelas llenas de figuras retóricas e mágenes, todo bien hasta acá, pero si no soy capaz de participar de una marcha colectiva, de defender las causas justas y solidarizarme con quienes intentan desde sus bases sociales promover una cosncientización masiva, es decir, si yo no concibo esto de la consciencia como prioritaria en mi vida, o esto de la educación y la consciencia crítica como punto central de mi agenda de trabajo de escritura, todo queda en saco roto.

Por tanto, cada quien es libre de levantarse como héroe anónimo de su propio trabajo, el detalle está en ponerse a pensar qué veo a mi alrededor, que estoy viendo ahora mismo a mi alrededor, y por qué estoy viendo esto a mi alrededor. Conjeturar a partir de allí, y entonces decir, "de qué lado estoy yo". Luego, todos y todas tenemos limitaciones, y no solo ello, también miedos, temores, dudas, frustraciones, total somos seres humanos, quien niegue esta verdad simplemente está mintiendo, y sin embargo lo más hermoso está en poder jugar maravillosamente ese juego de desbordar aquéllo para demostrarnos a nosotros mismos que podemos ir más allá- y también mirar más allá- de nuestras propias convenciones, en fin.


Preocupados por la educación de nuestros pueblos y la consciencia de nuestra ciudadanía 

Un niño escucha, atiende; un adolescente repiensa y se reinventa todos los días, un adulto mayor entiende y comprende, pero un joven o un adulto, en muchos casos, cree saberlo todo en su ignorancia, cree ser el dueño de su propia vida, y de las demás vidas, cree ser el dueño de un mundo sin orientar su vida antes, por la meditación y la reflexión de sus actos, tiene miedo de perder su status, su remuneración, su condición de seudolibertad, su belleza corporal, en fin. Ahora bien, ¿qué puede perder un niño o un adolescente?, nada, salvo una reprimenda o un castigo sin recreo, ¿una expulsión de alguna formalidad celebratoria, tal vez?. Eso no importa para él porque es rebelde, porque la sensación de cuestionar lo deja satisfecho por el momento, por otro lado, ¿el anciano? tampoco nada, porque a estas alturas de su vida, ya lo ha perdido todo o lo ha ganado todo, pero un joven que se vuelve adulto tiene miedo de perder su confort, y lo que es peor tiene miedo a mostrar una propia ridiculez -que no existe-, salvo porque se lo hace sentir el "modus operandi" del grupo.


Yo creo fervientemente convencido que la esperanza está en los niños y adolescentes de nuestras sociedades, estos que aún están en las escuelas, porque sencillamente su corazón aún no está corrompido, su esquema mental aún es moldeable tanto como sus ganas de cambio, por otro lado pienso que son nuestros adultos mayores, nuestros ancianos, quiénes - producto de su experiencia- han alcanzado un entendimiento mayor de la existencia. Ahora bien, si los niños y adolescentes de nuestras escuelas son nuestra esperanza, estos últimos, nuestros mayores, son esa fuerza moral y espiritual que esta sociedad a gritos necesita. Respeto mucho a estos dos extremos de la vida, porque mi generación, la mía, ya no tiene arreglo.


La importancia de renovar nuestra propia fe

No es que Dios haya olvidado a los hombres y sus problemas, no, estos han olvidado a Dios por eso se vive como está viviendo. Luego, detesto tremendamente cuando un adulto le dice a un niño o a un adolescente, "¿por qué crees en Dios, acaso lo has visto, te ha hablado?, y luego echa a reír sarcásticamente. Francamente, que eso me lleva a una deducción lógica. " Pobreza emocional y espiritual del adulto, ignorancia y falsa sapiencia, en una expresión, degradación moral"


Yo pienso, y creo que Dios, es esperanza, vida y reflexión, pero sobre todo amor! Siempre he creído en un Dios cercano y amigo de los hombres y mujeres, cercano a sus dolores y a sus sufrimientos, por tanto no comparto esa visión errada de concebirlo como un Ser entregado a los frívolos altares, castigador y omnipresente. Respeto la decisión de cada quien, respecto al hecho de creer o no creer en lo que yo crea para mí mismo y para mi corazón. Sin embargo, pienso que es obligación, no moral, ni ciudadana, sino del alma creer en alguien o en algo que fructifique su existencia. Un individuo sin una creencia, sin una fe, sin una comunión con su propia vida es como un hombre echado a un naufragio interminente, un Robinson Crusoe, o un Odiseo, que tarde o temprano se dan cuenta que volver a la comunidad o al afecto del otro es necesario, es paz, pero sobre todo es justicia de bienestar individual. Personalmente, siempre diré que soy feliz, diciendo dos cosas, "que creo en Dios desde que era un niño, y que este sentimiento no ha cambiado en absoluto a pesar de los años, y segundo que me siento bien siendo rebelde de mi propio estatuto católico porque no puedo dejar de- no- cuestionarlo. Soy libre y punto, en todo caso, asumo las consecuencias de mis propias críticas.


En defensa de un diálogo alturado y de la independencia del pensar

Lo más importante es siempre llegar a buenos puertos usando para ello nuestras iniciativas de conscientización permanente, y nuestros diálogos alturados, no con lenguajes enrevesados, sino simples y sencillos. Nosotros estamos en esta vida para proponer, para enseñar, para impulsar los ánimos de la gente, para dar palabras de esperanza, pero sobre todo estamos para servir siempre, no con el fin de lograr algo personal, sino porque hay objetivos mayores, deberes más sagrados que cumplir, y uno de ellos, el más importante diría yo, es el compromiso con la educación de nuestros niños y niñas, y las idiosincrasias - a veces sin querer- distorsionadas de nuestros pueblos, en fin. A veces pienso que esto de la educación, es muy importante, tan importante como el desarrollo de la consciencia crítica y del sentido común. Tenemos que trabajar estos puntos, no desatender estos puntos; puesto que parece que nuestras sociedades hoy en día están embrutecidas por televisión, por licor, por poder, por sexo, por necesidad emocional o demasiada tenencia material, por ansiedad de poseer al cuerpo perfecto, o mostrar el cuerpo perfecto, en fin. Luego, la brutalidad surge cuando el individuo dejar de usar su razón, su independencia, sus buenas palabras, y hasta su libertad, porque inclusive llega al punto de carecer de libertad de libre albedrío, de elección, para pasar a tener una libertad de cautiverio consumista y sensacionalista, y todo esto se termina levantando finalmente - y casualmente -por la ausencia de lo ya expresado, ausencia de educación, de crítica y de sentido común.

Un partido, una organización política a veces no basta al trabajo de un escritor comprometido porque es sabido que en las estructuras partidarias siempre subsiste un egoísmo perpetuo, una necesidad de creer en alguien o en algo fidedignamente. Allí, se empieza a gestar la figura prominente de un iluminado que piensa por los demás- y- que-decide- por- los- demás-, y que a su vez empieza a orquestar un programa que rige e impera verticalmente. Esto, no ayuda a la tarea de un artesano de la palabra si quiere hacer un trabajo consciente, ahora bien, ser parte de una agrupación cultural, ser parte de un círculo de intelectuales, ser parte de un colectivo de agremiados, tampoco basta - ni ayuda mucho- porque se trata de la misma estructura con que las agrupaciones rigen sobre sus asociados, en fin. Yo pienso que cuando "se es parte de", solo se percibe lo que importa o sacia a quienes conforman esa gran masa activa del "ser parte de", porque sencillamente aquí no hay mayores objetivos, salvo el lucro personal, el confort individual o grupal, o las ganancias que se puedan obtener tras estas asociaciones. Un escritor debe ser un libre pensador, un pulsómetro de consciencias, un "no atado a nada", a nada que no sean convencionalismos exagerados. Éste necesita decir constantemente, quién es y qué hace, qué está haciendo por su sociedad, cómo la está encaminando; necesita asimismo hacer de sus acciones o participaciones públicas una suerte de vasos comunicantes que impliquen en la práctica real un estar aquí y un estar allá, un escribir para todos, y a la vez no escribir para nadie, un llegar en el momento preciso y con las palabras precisas y bien colocadas. En suma, un escritor tiene que ser un libertario, un rebelde inquisidor, un cuestionador nato, y hasta un buscador: un individuo que obedezca únicamente a su propia fe individual y a sus propias convicciones morales.


Manifiesto de la esperanza

Estamos para aportar en este mundo, y para seguir instaurando esperanza en los corazones. La mediocridad del vivir diario no pueden terminar sumiéndonos en el hoyo de la frustración personal ante la necesidad de seguir lactando cosas innecesarias. Lo colectivo y el amor al prójimo está ante todo. Sartre comprendió tarde ello, ya que su concepto de libertad falló cuando dejó de ser percibido como una necesidad colectiva mayor para pasar a ser una necesidad fisiológica de individualidad. Si damos prioridad a lo individual, perdemos porque la libertad, sino está unida a esta, entre comillas y tantas veces desdeñada, fe burgués de solidaridad cristiana desdeñada por algunos filósofos y estudiosos del pensamiento, se convierte libertinaje, en muerte social, en destrucción, y ello caotiza y anarquiza a las sociedades empobreciéndolas en su propia angustia personal. Simone de Beauvoiry, lo pudo entender a tiempo, he allí "El segundo sexo", Sartre demoró. Entendamos una cosa, la libertad individual no existe en sí misma, sino está regida por la preocupación por los demás. Es más importante la libertad colectiva. Vallejo supo muy bien esto, he allí, "masa". Un punto y aparte, merece el ruso Aleksandr Solzhenitsyn, el ideólogo que una vez diría en 1971 que solo la belleza de los actos sería capaz de salvar al mundo algún día. Personalmente pienso, que si no se vive para servir, en balde se existe, y sin embargo, allí estamos cada uno de nosotros, parados cada día, de pie ante nuestra propia existencia tratando de demostrarnos que podemos ser diferentes, pero sobre todo mejores personas.

Siempre hay puentes y caminos paralelos que podemos sobrellevar juntos al margen de las diferencias individuales que cada quien trace como ejes permanentes e inmanentes a su vida. Luego, uno no es bueno porque ayuda a otro, o porque ha demostrado dar caridad al otro, no, uno no es bueno por eso, sino porque entiende, luego de un largo proceso de análisis personal, que dentro de sí mismo obra una enorme capacidad de dar, tal vez una capacidad que ni el mismo sea consciente de esta, y que al ser revelada, entonces recibe el nombre de desprendimiento; en suma, esto, esto del desprenderse es lo que hace bueno al ser humano indistintamente de su género. Es por eso que cuando yo afirmo creer convencido en la bondad regenerativa de los individuos, es por esto, porque sé que muchas veces no se es consciente del todo del enorme potencial que tenemos por una sencilla razón, nuestra sensación frívola y vacía de superioridad. Mientras más superiores nos sentimos, más frustrados -respecto a todo eso que se llama bien-, nos sentimos, en fin. Tal vez sea por ello que los niños son más felices porque su corazón no ha sido corrompido: su cólera y su llanto dependen más del momento que del eterno,


Nuestros desprendimientos

Ahora bien, de que sea un artesano de la palabra escrita, es probable que alguien diga eso, tal vez por los trabajos que me he pasado escribiendo y publicando durante estos últimos diez años de mi vida, los libros que han aparecido de pronto, pero eso no me encasilla en ser alguien diferente de lo que soy en realidad, un maestro de escuela, porque esto, esto del ejercicio del escribir permanente es para mí una labor más que hago con dedicación esperanzadora y alegría, es como una suerte de militancia personal, de compromiso perpetuo, mas la otra parte de mi vida está en las aulas, en los patios, en los auditorios escolares. Luego, me enorgullece cuando un niño o joven adolescente viene a mí, y me dice, "Profesor"

Para terminar estos apuntes, pienso que si nos decidimos y optamos por convertirnos desde hoy mismo en sujetos históricos de nuestro propio tiempo, entonces seremos parte de una generación que supo decir, "basta ya", a tanta mediocridad enlodada hasta sus codos por nimiedades, y superficialidades. Nuestros hijos, y las generaciones de estos contarán nuestros desprendimientos y de cómo un día decidimos empezar a creer de nuevo en nuestra propia esperanza. Por eso, ciudadanos del mundo, esto recién empieza, tenemos que ir hacia adelante: la indiferencia y el pasivismo ajeno es lo que menos debe importar ahora por eso, sigamos escribiendo, leyendo, interpretando, enseñando, rebelándonos y actuando con firmeza e intentos de coherencia personal.


Desde Lima del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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