Alberto Fujimori: La interpretación de un indulto negociado (I PARTE)

Ciudadanas y ciudadanos:

“La mano brutal de Chile despedazó nuestra carne i machacó nuestros huesos”, dijo González Prada en un discurso muy memorable, hace más de cien años, sin embargo no creo haya sido así, es más nunca fue así, no fue una mano brutal extranjera, la que nos llevó al colapso nacional en 1789, que devino en una infame guerra. No, no fue así, pienso muy por el contrario, que han sido muchas manos las que han despedazado nuestra identidad, nuestro patrimonio cultural y material, nuestros recursos, sí, muchas manos las que han hecho de nuestra autoestima e identidad una hecatombe generalizada que hoy, ad portas de un Bicentenario, y las que nos han llevado a mostramos ante los ojos del mundo hoy, más frágiles que un infante recién venido al mundo. Al expresar, muchas manos, me refiero a los intereses nacionales de una clase política y empresarial, élite cultural, que nunca ha pensado, ni piensa, dados los últimos acontecimientos vistos, en el porvenir del país, el porvenir de las niñas, niños, adolescentes, mujeres, jóvenes y ancianos. Clases y élites, provenidas de una fuente de brutalidad intelectual y corrupción generalizada, clases medias “emergentes” con pensamiento de islas, latifundios, chacras, cuya única visión de progreso es el aprovechamiento de la buena fe del otro, y de sus recursos. Ejemplo vivo, las plusvalías que nacen de los descuentos que se le hace al trabajador, o las omisiones de sus derechos laborales, al interior de muchas de estas empresas. Castas, como dirían en España los movimientos progresistas, endebles, sin liderazgo, salvo por el usufructo de su dinero, o su posición social, o su compadrazgo, o amiguismo. Tecnócratas, plagados de favores no solo contralaborales, sino sexuales, donde siempre triunfa quien más servil al empleador se muestra. Denunció una parlamentaria acá, refiriéndose a las palabras que su lideresa había dicho, palabras que luego cambió, y pidió perdón estrepitosamente para mantener la confianza del Partido, No interesa si tiene o no maestría, lo importante es que “sirva”, en fin.

Digo esto con toda propiedad, y con toda autoridad, desde la condición del ciudadano peruano que soy, y que he vivido en el país, casi toda mi vida, salvo estadías cortas por situaciones de aprendizaje, que me han llevado a vivir fuera, y gracias a ello, a contrastar la realidad extranjera con el Perú que hoy existe, porque nunca he considerado que ser peruano es sinónimo de ser una marca, una comida, un monumento histórico, o, un equipo de fútbol, para tener mayor valor.

Ser peruano, como supongo para muchos conciudadanos de a pie, hoy más que nunca, es ser sinónimo de una historia y un legado ancestral, de una identidad, y no me refiero cuando digo identidad, a un espíritu revanchista, meramente nacionalista o chauvinistas, no. Me refiero al sentido amplio de Patria, de Nación, de Suelo. Digo peruano, y me refiero, a esa colosal historia con todos esos esos héroes y heroínas, gentes visibles y anónimas que levantaron las bañaderas de la libertad, con todas esas comunidades y ciudadanías, sus tierras, sus preocupaciones, sus martirios, sus frustraciones, sus esperanzas, que muchos pensadores, entre filósofos y escritores, desde sus poemas, sus ensayos, sus relatos, sus dramas, no dejaron de echar bases en sus distintas épocas sobre la consciencia individual y la lucidez mental. Digo pensadores, y no he dicho acá intelectuales o académicos, porque esa gente no aporta en nada al final. Nunca ha aportado nada al final, gente tibia que siempre se acomodó a un sistema estructurado, jamás fueron creadores natos, salvo honrosas excepciones, porque ese llamado que sintieron de enarbolar el pensamiento nació más por empuje de estos mismos. Me atrevo, con la mano en alto, como un estudiante inconformista la levanta ante el maestro presuntuoso, a decir convencido que tal vez muchos de nuestros intelectuales, del pasado y del presente, pasaron por una universidad, pero estoy seguro, que esta nunca pasó por ellos. Les quedó muy grande el nombre de catedráticos. De allí mi decepción muy grande, no he dicho amargura, sino decepción, como diría Salvador Allende, atrincherado en La Moneda únicamente con su corazón envuelto en la bandera de su Patria, ante la inminente dictadura que se avecinaba.

No soy abogado, porque siempre he detestado esa profesión, porque la considero como un oficio de gente que gana dinero mintiendo, alterando la verdad, moviendo las consciencias de los otros en beneficio personal, porque nadie va a decir que un abogado honesto va a aplicar el código de ética jurídica del Derecho ante una situación judicial desfavorable para un corrupto, por ejemplo, amparado en la verdad, sabiendo que de hacerlo puede perder el juicio. Nadie va a decir que un joven estudiará seis años para salir y defender las causas justas cuando el Sistema Jurídico no funciona así, cuando sabemos que la realidad es otra, ya los romanos presintieron que esa era una de las falencias de su democracia, gente ligada al poder que siempre busca inmunidad. ¿Un ejemplo claro?, Allí tienen ustedes al Señor constitucionalista Alberto Borea, militante del partido del hoy prófugo, Alejandro Toledo, que el jueves 21 de este mes presumía la “inocencia” de alguien de buena fe, y hoy, lo tienen diciendo “me han engañado”. No señores, la gente ya no se puede comer ese pleito. O, la señora, Rosa María Palacios, aduciendo la misma historia. La gente ya no puede comerse ese cuento.


Fuente: Internet
El día jueves 21 de diciembre quedó en evidencia clara, que este país adolece de gente con valores, con principios éticos, civiles y culturales; adolece el país de ciudadanos libres e independientes, no títeres que escabullan sus responsabilidades en bancadas de partidos para decir, “yo sigo con disciplina la decisión de mi líder o lideresa”. Tremenda estupidez, como si cada quien no supiera emitir un juicio. Esa tonta idea de la “doctrina”, del “respeto a la doctrina”, a la “militancia fideísta ciega”, donde uno no puede pensar más que el líder que dirige. Y ES QUE ESTAMOS LLENOS DE ESA GENTE, gente apátrida en su propia patria porque no se han sentido nunca peruanos, dado sus apellidos para nada peruanos, o niveles culturales y de estudios para nada reales con la realidad social del país. ¿Qué hemos ganado en estos años de República? Nada, hemos dejado que sean otros los que tomen las decisiones por nosotros, al punto de llevarnos a comparar, como diría lamentablemente, el Sr. Alan García, dos veces presidente de este país, hoy cuestionado duramente por sus acercamientos a las coimas de esta empresa brasileña ODEBRECHT.

El día jueves 21, sucedió lo que no debía suponer, y advertimos en su momento desde la campaña de ANULAR EL VOTO DEL AÑO PASADO, durante los comicios electorales del 2016; advertíamos en ese momento que la salida estaba por el camino del rechazo. Sin embargo, los operadores políticos y las inmensas maquinarias electorales de los tecnócratas pudieron más, en fin. Sin embargo, esto que ha sucedido, y más estos últimos días, han servido para afianzar más la idea que esa famosa TEORÍA DEL MAL MENOR ES UN ENGAÑO, siempre ha sido un engaño, un dañino engaño para el país que no le ha traído sino sumisión permanente, retraso económico, empobrecimiento en su autoestima, degradación educativa, castillos de arena edificados sobre esa misma arena, o sea espejismos banales. Vemos al final que la política económica de mercado neoliberal impuesta por el capitalismo, a cuyos avalistas, aparentes mentes lúcidas de nivel mundial, y paradójicamente, de escasa visión social deja mucho que desear, me refiero al Sr. economista Hernando de Soto, garante del fujimorismo, durante las elecciones pasadas, y al Sr. Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, amigo y garante del Sr. Kusynski Godard, no han sabido dilucidar, y aún sabiendo, no han pensado más allá que en sus propios acomodos y egos personales, mintiendo y orientando la intención de voto de los decenas de miles de ciudadanos peruanos.

“La jeneración que se levanta es siempre acusadora i juez de la jeneración que desciende”, decía González Prada, y esto sí es verdad. Estamos próximos a celebrar un Bicentenario, desde el pensamiento burgués, y muchos de nosotros tenemos la sensación que vivimos en un país donde está para hacerse todo de nuevo, un país que ha avanzado en tecnología prestada es cierto, pero está lejos de desarrollar su propia industria nacional, motor de desarrollo propio y fuente de empleo para las masas poblacionales. Los tratados de libre comercio no se han vuelto a revisar desde que se firmaron, y no creo que se revisen dados los gobiernos sumisos y complacientes que tenemos. Buen sector de nuestra agricultura, pesca, ganadería, ha descendido dándose prioridad a la importación, de alimentos, con incluso de baja calidad nutricional. Un país que consume leche que no es leche, chocolate que no es chocolate, arroz que dadas las últimas denuncias, está hecho de plástico. Calzamos zapatos y ropa sintética que muy bien podríamos producir a gran en nuestro propio mercado, en fin.

Muchos de nuestros jóvenes sobreexplotados viven trabajando con más de las horas exigidas para un jornal normal exigido en los inmensos molls, y enormes centros comerciales de servicio, porque eso es lo que hay en el país, actividades de servicio, más que actividades de producción, salvo las actividades extractivas de la minería, que irresponsablemente dañan el medio ambiente, con poca o nula capacidad de reacción de nuestros Gobiernos de turno. Esto detallado acá no puede significar sino el legado de una generación que jamás se preocupó por dejar un futuro a quienes iban a heredar el país posteriormente, salvo la estabilidad de sus propias proles al interior de sus castas.

Lo que ha sucedido en el Perú, esta última semana, a propósito del caso Fujimori, y a raíz de este indulto “humanitario” concedido por el S. Kusynski Godard, interpretado hoy desde muchas aristas, solo puede tener una interpretación, al menos desde mi concepción, la derrota de una clase política, derecha, izquierda y centro, y su nula reacción ante una debacle moral promisoria donde el servilismo, la frivolidad y el oportunismo, han quedado abiertamente expuestas a la ciudadanía en general. Tenemos hoy, en igual resonancia, a una población con poca reacción, totalmente decepcionada, abatida ideológica y políticamente, cuyos faros y guías temporales, caudillos han caído de sus pedestales. Todos dicen, “Nos sentimos engañados”, pero yo creo que no es cierto, nadie puede sentirse engañado, cuando ya se sabía a todas luces que había una prebenda de cargos políticos. Nunca ganó el Sr. Kusynski Godard probar su inocencia ante el pedido de vacancia presidencial, por la vía legal, sino por negociación. Todos sabían esto, y decir lo contrario es una mentira.

27.12.2017

Buenos Aires, Perú
Víctor Abraham

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