Educar par la Libertad, no para la mentira

Gente, enclaustrada en clichés combativos, profesionales y de falso liderazgo, que en más de treinta años no han hecho más que demostrarnos que esa palabra Democracia, democracia del Poder diría yo, aquella que se ha enseñado desde siempre en las escuelas, y cuya finalidad no ha servido más que para mentir, robar y dar inmunidad a los corruptos. ¡Qué gran mentira!, una mentira que hoy se cae a pedazos. Gente que ha nacido a la vida del combate electoral con la afirmación de que "el Perú estaba creciendo", palabras tan falsas. Gente, con todo y sus operadores políticos, que un día fueron Gobierno, y que se les vino encima el pánico de perder el usufructo deleitoso de la presa votante, de la gran masa poblacional peruana. Esto que escribo no hace más que confirmar, que el pensamiento crítico, el cuestionamiento, el rechazo y la lucha por una educación que forme para la libertad, y no para el mero academicismo formal, esto es conocimiento simplón y servil. ¿Me piden hoy en día una solución al problema?, allí lo tienen eduquen en consciencia crítica a la gente, a sus hijos, y a los hijos de estos, para no volver a ser engañados otra vez. Los movimientos políticos deben gestarse hoy para el futuro, y no para una elección con miras al Bicentenario. Se trata aquí de trabajar a largo plazo, y cuestionar duramente, se trata de ser nosotros mismos la oposición desde las calles, desde los centros de instrucción, se trata de no quedarse callado y de ser frontal, decidido y acucioso. Nuestra generación tiene que empezar a construir para los próximos treinta años, con una seriedad, compromiso y con un sentido de identidad hispanoamericana porque nos une en común una lengua, un pasado, y una esperanza de futuro.

Foto: Compilación de internet
Yo pertenezco a una generación que vivió encasillada en el silencio por más de diez años. Fueron años de represión, la era tecnológica aún estaba lejos de ser lo que hoy es, y de alcanzar la magnificencia de la que hoy goza. Durante este tiempo nos acostumbramos a que se nos diga qué hacer o qué no decir, nos acostumbramos a ser conformistas; (...) muchos se criaron bajo esos estigmas. Eran los años de 1990. Varios de esta generación solo aprendieron a hacer lo que en las escuelas les enseñaron. Nunca se les enseñó a cuestionar ni a criticar, y cuando quisieron hacerlo, ya era tarde, todo era parte de un inmenso boom comercial y pragmático, donde la razón utilitaria terminó aplastando a ese noble ideal de ser mejor. El odio empezaba a ser inminente; los juicios y razones, no valorativas, la crítica empezó a deformarse hasta convertir a las personas en sujetos de hilaridad y comedia del otro. Ese lenguaje procaz y simplista que se terminó mostrando equivocadamente como sinónimo de cultura popular, no es sino el legado que hoy se está intentando irresponsablemente dejar a los niños y adolescentes.

Lima, Perú
Víctor Abraham

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