COLECTIVIDAD EN VEZ DE COMPETITIVIDAD: Una distopía llamada Democracia

Ciudadanas y ciudadanos:

Vemos a diario un país que se desintegra moralmente, desde sus estructuras más hondas, ante la nula respuesta, capacidad de estrategias y reacción de quien se supone debería venir el contrapeso, un movimiento de masas de gran magnitud capaz de generar una eclosión social realmente significativa. Esta hecatombe moral y generacional, en su perfil más indecoroso, políticamente hablando, es producto de ese insano egocentrismo, caudillismo e interés personal, plagas incurables y herederas históricas de ese experimento fallido llamado comunismo, ya que al final, como hemos podido notar nosotros mismos, y nuestras generaciones que nos antecedieron, siempre fueron visibles en cualquier modelo de sociedad, los mismos indicadores de atraso: la ganancia, la competencia y la desconfianza en la gestión o autogestión. Sociedades, en palabras de Juan Carlos Monedero (2013), que siguen la lógica de la mercancía, de la modernidad que le da patente de ciencia a cualquier saber parcial y privatizado a través de un Estado que las legaliza. 

VEMOS QUE el mayor legado de quienes dirigen esta sociedad actual, y de la que muy probablemente se hayan sentido orgullosos por generaciones, me estoy refiriendo a la democracia, o mejor dicho, a la Democracia del Poder. Posibilidad de gobierno acariciada y sostenida por años, y que hoy más parecería rezagos satíricos de una distopía sacada de algún relato de ficción, porque eso es lo que ha demostrado ser la Democracia, una forma de ficción realista, cuyos elementos de dominación, mentira, enajenación y chantaje nos hacen recordar ese mundo perverso donde un Gran Hermano, descrito magistralmente por Orwell a través de 1984, nos vigila, y que en contraparte nos vemos en la necesidad de crear nuestros propios antídotos contra ese dolor de la vida. Una Democracia, nada más alejada de encajar dentro de una noble utopía: todo lo contrario, configurada para levantarse como una distopía total, que hoy se cae a pedazos, por la inoperancia de sus propios albaceas, como ya lo describía antes de morir José Saramago, “Son sus mismos defensores quienes la están tirando abajo”. 

Así, el Poder como lo conocemos ha ejercido desde siempre control absoluto, salvo intervenciones de breves estallidos de rebeldía y subversión histórica como lo de Espartaco, alzado en pleno poderío romano, Montesquieu, Rousseau, Diderot y D’Alembert, Voltaire, partícipes del movimiento francés de La Ilustración que desencadenaría más tarde la Revolución Francesa de 1789, Nelson Mandela, en su lucha contra el apartheid sudafricano, Jean Paul Sartre, y Simone de Beauvoir, en favor de la resistencia en la Francia de Charles de Gaulle, y más tarde, Daniel Bensaid en los movimientos de Mayo del 68 francés, Albert Camus, en su comprometido rol en la Independencia de Argelia, en Italia, el revolucionario Antonio Gramsci y el incansable dramaturgo y fustigador del poder político y eclesial, Darío Fo; León Trotski, y Aleksandr Solzhenitsyn, en Rusia, siendo este último, la prueba viviente de los horrores del Gulag soviético estalinista, Bertrand Russell, en Gran Bretaña por sus esfuerzos en favor del desarme nuclear, José Saramago, en Portugal, y las consciencias morales de Alemania, Heinrich Böll y Günter Grass en tiempos donde el cinismo de la religión y la sujeción del individuo frente a las ideologías imperantes del Poder campeaban. Del mismo modo, movimientos como la Cruz Roja Internacional, o los que empujaron el período de liberalización política en Checoslovaquia, denominado Primavera de Praga, los esfuerzos de los partisanos y guerrilleros de Grecia y Yugoslavia en el denominado Frente de Balcanes, el Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino que mereció el Premio Nobel de la Paz el año 2015, en su esfuerzo para establecer la transición durante la Revolución de los Jazmines el año 2012. Y hoy por hoy, asistimos como testigos de la Resistencia siria en su lucha por contener los apetitos económicos de Estados Unidos en Medio Oriente, donde al final, niños, ancianos y mujeres resultan siendo los más afectados. La muerte por efecto del Poder es inminente en situaciones de total despojo, como estos. 

En América, ejemplos claros como el de Túpac Amaru II, y su gesta revolucionaria durante la intervención colonizadora española en América en 1780, José Martí, con su participación en la Guerra del 95 en favor de la liberación de Cuba, el eje político y periodístico que diera José Carlos Mariátegui al Perú durante los años 20, la voz de lucha que encarnizara la poetisa y maestra Gabriela Mistral en favor de las mujeres y el analfabetismo en Chile, años más tarde en México junto con al educador mexicano José Vasconcelos; ligado a los procesos liberadores como la Revolución Mexicana de 1917; una relación extensa en la que no podría omitirse el espíritu crítico y combativo del escritor uruguayo Eduardo Galeano, del poeta argentino Juan Gelman, y de los colombianos, Gabriel García Márquez, escritor y Premio Nobel de Literatura 1982, y Héctor Mondragón, economista que ejerce su propia resistencia civil desde el campesinado de su país. Mención aparte, los últimos movimientos conmovedores de resistencia de las Madres de Plaza de Mayo en aras de buscar la verdad debido a la desaparición y robo de bebes durante el Gobierno de Videla, en Argentina. 

ASÍ TENEMOS que el Poder siempre ha usado como principal herramienta de dominación, esa palabra Democracia, distorsionándola de su significado real para la que fue concebida hace dos mil años en Atenas, demos (pueblo) y krátos (poder o gobierno), cosa muy contraria a la monarquía (el gobierno de uno) o la aristocracia (el gobierno de unos pocos), ello nos llevaría a definirlo, según el profesor y politólogo español, Pablo Iglesias, como el movimiento del pueblo dirigido a arrebatar el poder de quienes lo acaparan para repartirlo entre el pueblo mismo, llamado a ejercerlo por sí mismo o por sus delegados. (En DISPUTAR LA DEMOCRACIA. 2014).

EL EMPOBRECIMIENTO MORAL de la sociedad, y como resultado de ello, el genocidio sistemático del pensamiento crítico, para lo cual la educación formal y los medios de comunicación terminaron oficiando de vehículos particulares de operativización de grupos de poder reducidos, son ahora solo dos aspectos, muy necesarios, a tener en cuenta a la hora de hacer un balance equitativo sobre el desarrollo social y económico participativo e inclusivo de los últimos casi cuarenta años, y a partir de ello vislumbrar el camino por el que hemos de movernos los próximos cuarenta años, sin queremos aspirar a vivir, con decencia y dignidad, nada más alejado de ese intento por vivir de nuevo, y legarles a nuestras próximas generaciones esos nuevos Modus vivendi de organización política, económica y social.

POR OTRO LADO, siempre he tenido fe en el ejercicio crítico de la razón, en el derecho de pensar, cuestionar, y decidir libremente por sí mismo, dentro del marco de la autonomía, la equidad y la pluralidad. Y me refiero el término pluralidad como sinónimo de disparidad de ideas, respeto por los rasgos particulares e individuales de cada persona: su lenguaje, variedades y acentos regionales propios, su particular vestir, que por cierto, en muchos casos eleva la estima personal diaria de cada individuo, configurándolo como ciudadano, no de primera ni de segunda categoría, sino simplemente, ciudadano de una nación. Menciono este dato, y propongo trabajar en común acuerdos de tolerancia, formación cultural y pacificación con el objetivo de ir acortando las distintas brechas educativas y sociales en nuestros pueblos (que cada quien asuma de maestro de otro), ya que la desatención a estas mismas, o pobre interpretación sociológica produce flagelos como la discriminación, la indiferencia, la desigualdad económica, el atropello de derechos fundamentales, e inclusive prácticas malsanas y repudiables como la manipulación y el chantaje.

TAL VEZ, seamos diferentes unos de otros, con idiosincrasias y creencias particulares, con proyectos propios de vida, de realización; sin embargo, si logramos anteponer esas necesidades colectivas, no de grupo, sino de un todo en conjunto, a nuestros propios intereses, si entremezclamos estas diferentes formas de pensar y de accionar, y las enrumbamos hacia un destino o puerto en común, seremos testigos de cómo los aprendizajes comunitarios se fructifican. Y aquí, el consenso es fundamental. Escribí una vez, que el porvenir de las naciones depende de la educación de sus masas, algo cierto y substancial, pero sin la voluntad de un Poder que gobierna, esto se convierte en noble utopía.

De allí que sea necesario la organización de una ciudadanía solidaria, unida bajo ideas claras de realización colectiva, con herramientas conceptuales básicas y necesarias que permitan ese tejido social de la masa. Sin embargo, tengamos en cuenta que el logro de este accionar como de sus resultados dependerá sencillamente si se trabajó primero sobre la base de los consensos. Consensos que empujen, más allá de meros partidos políticos, Movimientos reales de liberación, Ondas revolucionarias de vanguardia, Nuevas corrientes de opinión, Mesas de trabajo y discusión, Escuelas populares, Cabildos abiertos, entre otros. Y HE AQUÍ LA IMPORTANCIA DE LA POLÍTICA COMO HERRAMIENTA FUNDAMENTAL, como diría el profesor español Juan Carlos Monedero, UNA MANO, SOBRE OTRA MANO, SOBRE OTRA MANO… y por fin, una orquesta nueva con partitura nueva y propia. 

Víctor Abraham
Lima, 13 de abril del 2018

Notas:
Para ampliar información referente a la Democracia. Ver: ¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES DEMOCRACIA? RADIOGRAFÍA DE LA DEMOCRACIA DEL PODER 

Disputar la democracia. Pablo Iglesias. 2014
Curso Urgente de política para gente decente. Juan Carlos Monedero. 2013
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(*) Víctor Abraham es profesor, escritor, periodista y activista político

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