Una movilización sin sustento: el objetivo, aglutinar a la manada; la gran mentira, la democracia

La consciencia de un valor cualquiera sea este da la libertad al individuo, le confiere responsabilidad, acción y fe en el futuro. Los hijos de este país se encuentran hoy divididos en dos grupos. Por un lado, los patriotas que intentan asumir con responsabilidad y madurez el ejercicio de sus convicciones ciudadanas anteponiendo la razón y la inteligencia a la brutalidad y la sumisión. Por otro lado, los antipatriotas que en su intento por retener la hegemonía del Poder anteponen sus individualidades generando mentiras y comprando consciencias, voluntades y favores y en ese espasmo desmedido, prensa, actores sociales, caudillos, operadores políticos, movimientos de "vanguardia", jóvenes precarizados, todo, con tal de obtener su propósito, seguir lactando del erario nacional. 

Los años pasaron...

El año 2016, muchos sectores de izquierda, ONGs, prensa, candidatos políticos y movimientos autodenominados cívicos instaron a apoyar al ciudadano norteamericano Kuczynski Godard, bajo una consigna que llamaron voto crítico, movieron con altos recursos económicos movilizaciones con tal de ver cumplido su capricho. Orientaron el voto popular. Hoy todos vemos las consecuencias. 

Es cierto que la experiencia traumática del fujimorismo con toda su ola de corrupción, persecución, asesinatos y desaparecidos, terminó causando miedo, rechazo, y hasta era entendible en un primer momento, que luchar porque esta historia no se repita era lo mejor. Sin embargo, por cálculo político de la vieja izquierda tradicional este miedo se exacerbó a niveles apocalípticos a sabiendas que el esquema fujimorista del 90 no podría repetirse en el contexto actual. Se le mintió una vez más a la población. Miedo, que terminó intimidando, desarmando y paralizando al pueblo hasta ser empujados inconscientemente otra vez a la elección del mal menor. 

Esto fue el gran negocio del llamado Voto Crítico, y eso lo saben muy bien sus jóvenes operadores que terminaron instando abiertamente campañas en favor de la extrema derecha liberal. Todo ello conllevó finalmente a que gruesos sectores se refugien y vean en el señor Kuczynski Godard la esperanza de salvación. Así fue que se perdió la autonomía política, se dejó en orfandad de liderazgo a amplios sectores ciudadanos, que en el caso de ganar Keiko, bien podrían haber estado a la cabeza de la resistencia, se olvidó que el neoliberalismo es el problema principal, se olvidó que el programa reivindicativo es necesario y urge en países como el nuestro, se hizo creer que PPK, candidato derechista y hombre de confianza del imperio protegería los intereses populares y sería un defensor de los derechos democráticos, además que iniciaría una lucha contra el Narco Estado. El debate político y electoral se terminó resumiendo en un “Keiko no va” y “Keiko es peor”, o un “PPK es el mal menor”. 

....y persisten las mismas estrategias

Pasaron los años y vimos de cerca que el esquema de manipulación sigue vigente. Siempre la misma estrategia, salir a las calles, caldear los ánimos, cubrir pormenores con la prensa, gritar lemas como "Defendamos la gobernabilidad", "x o y no me representan", "Por la democracia" (qué vil mentira todo esto, qué patraña). No puede darnos cátedra de moral quien convive asalariadamente por y con el Poder, quien no mueve un dedo para reclamar por niños intoxicados por la minería, maestros golpeados en las calles, asalto de los bancos, mejoras educativas y de salud, nada de esto. Nunca trasmiten esas movilizaciones. Rechazan pensiones justas, devolución de aportes de los afiliados. Cómplices de una pandemia inflada y de sus diversas propagandas pagadas con el dinero del erario nacional. No se indignan ni se movilizan para rechazar de suspensión perfecta, propuesta del gobierno del vacado señor Vizcarra, que originó que 67 mil trabajadores se quedaran desocupados sin sustentos para sus familias en plena emergencia sanitaria. Hoy 7 millones han perdido sus empleos. Nunca se indignaron cuando morían las personas en los hospitales, víctimas de la indiferencia y el engaño de un gobierno cómplice de clínicas y monopolios farmacéuticos. Tampoco se manifestaron por el fraude de los bonos familiares, las tablets y la mentira de una educación para todos, cuando no todos pueden acceder a los servicios mínimos de internet. Nunca trasmiten las luchas de la gente real. 

Todo para este sector, al que llamaremos antipatriota, se resume a luchas por la democracia, qué estupidez más grande en una patria que está cada vez más lejos de recuperarse, producto de una brutal campaña de domesticación, sometimiento y enajenación donde parece no tener cabida valores, autoestima, dignidad, nada. Muchos, reciclados como agentes distractores sin ninguna noción de cómo llevar a cabo un proyecto de país nacional. La felonía y la cobardía se muestra en su más alto grado de ignorancia cuando el individuo se deja llevar por un apasionamiento irreflexivo. Ahora, ocho meses después de un confinamiento represivo, paradójicamente estos mismos represores que en el pico de una sobredimensionada pandemia criticaban a la población, hoy la invitan a movilizarse a las calles. El teje y maneje de esta plandemia o represión consentida está hoy al descubierto. El Covid-19 no fue más que una estregia publicitaria armada con el dinero de los peruanos. 

Por eso, rechazar la intervención de ONGs en la vida política, social y económica del país debería ser una tarea urgente. Estas se introducen en movimientos de izquierdas, en agrupaciones juveniles, en entidades académicas, en partidos políticos en formación, ofertando oportunidades que en un intento de desprecarización y apoyo económico, muchos siguen y aceptan usufructuando su propia consciencia, reduciéndose así a simples asistentes sociales del poder del dinero, pagados para torpedear los procesos de reivindicación hacia una verdadera Democracia. La misma suerte deberían correr las partidocracias que en nada contribuyen al desarrollo del país. El respeto y el orden democrático no emanan de las instituciones ni de nomenclaturas ajenas a su significado como gobernabilidad o institucionalidad, sino de los mismos pueblos que experimentan en su día a día la verdadera democracia, la democracia de todos y no la del poder. Por eso, la importancia de romper con el tutelaje de quienes nos marcan las reglas y optar por la libre autodeterminación de los pueblos. 

 Lima, Perú 
Víctor Abraham

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