El retrato de Oscar Wilde en su forma más perfecta de gloria y juventud.



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Impresiones de Sir Edward Sullivan sobre Wilde:

Conocí a Oscar Wilde a comienzos de 1868 en la Portora Royal School. Tenía él a la sazón trece o catorce años. Su lacia melena rubia, muy crecida, era uno de sus rasgos distintivos. En aquel entonces su carácter era sumamente infantil, inquieto, casi revoltoso cuando no estaba en clase. Sin embargo, no tomaba parte en ninguno de los juegos ni deportes de los alumnos. A lo sumo, veíasele alguna vez que otra en uno de los botes del colegio, paseando por el Loch Erne, pero nunca pasó de ser un remero mediocre.

Aún de niño, era ya un conversador excelente; sus capacidades descriptivas excedían con mucho a lo usual, y sus exageraciones humorísticas de los sucesos del colegio eran altamente divertidas. Uno de los lugares favoritos de los muchachos para descansar y charlar en las tardes de invierno era alrededor de una estufa que había en el Stone Hall; allí brillaba y sobresalía Oscar. [...] En el colegio casi todo el mundo le llamaba Oscar, pero tenía un mote, Cuervo Gris (Gray-crow), que le llamaban cuando querían hacerle rabiar, cosa que le molestaba en extremo. El origen de dicho mote, [...], permanece para mí en el misterio. [...]

Aún en aquellos días escolares predominaba ya en él la imaginación; pero siempre había en su narración de aquel acontecimiento algo que daba a entender que de sobra comprendía él que los oyentes no dejaban engañar [...] Jamás se interesó lo más mínimo por las matemáticas, ni en la escuela ni en el colegio. Se reía de la ciencia y nunca tuvo una buena palabra para un profesor de matemáticas o de ciencias; pero tampoco había la menor malevolencia ni rencor en nada de lo que dijera sobre ellos; ni, a decir verdad, sobre nadie.

Los clásicos absorbieron casi por entero su atención en sus últimos tiempos escolares, y la fluida belleza de sus traducciones orales en clase, [...], era algo que no se olvidaba fácilmente.

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El retrato de Dorian Gray.


PREFACIO AL LIBRO: EL RETRATO DE DORIAN GRAY

El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte.

El crítico es el que puede traducir de un modo distinto o con un nuevo procedimiento su impresión ante las cosas bellas.

La más elevada, así como la más baja de las formas de crítica, son una manera de autobiografía. Los que encuentran intenciones feas en cosas bellas, están corrompidos sin ser encantadores. Esto es un defecto.

Los que encuentran bellas intenciones en cosas bellas, son cultos. A éstos les queda la esperanza.

Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan únicamente belleza.

Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo.

La aversión del siglo XIX por el Realismo es la rabia de Calibán viendo su cara en el espejo.

La aversión del siglo XIX por el Romanticismo es la rabia de Calibán no viendo su propia cara en el espejo.

La vida moral del hombre forma parte del tema para el artista; pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Hasta las cosas ciertas pueden ser probadas.

Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.

Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo.

Pensamiento y lenguaje son, para el artista, instrumentos de un arte.

Vicio y virtud son, para el artista, materiales de un arte.

Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, la profesión de actor.

Todo arte es, a la vez, superficie y símbolo.

Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo.

Los que intentan descifrar el símbolo, lo hacen también a su propio riesgo.

Es al espectador, y no la vida, a quien refleja realmente el arte.

La diversidad de opiniones sobre una obra de arte indica que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos difieren, el artista está de acuerdo consigo mismo.

Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil, en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente.

Todo arte es completamente inútil.

FIN


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Sobre el autor:

Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (n. 16 de octubre de 1854, en Dublín, Irlanda, entonces perteneciente al Reino Unido – 30 de noviembre de 1900, en París, Francia) fue un escritor, poeta y dramaturgo irlandés. Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su gran y puntilloso ingenio. Hoy en día, es recordado por sus epigramas, obras de teatro y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su temprana muerte.
Fue conocido por su implicación en la creciente filosofía del esteticismo (guiado por dos de sus tutores, Walter Pater y John Ruskin). Después de la universidad, se trasladó a Londres.

Como un portavoz del esteticismo, realizó varias actividades literarias; publicó un libro de poemas, dio conferencias en América y Canadá sobre el Renacimiento inglés y después regresó a Londres donde trabajó prolíficamente como periodista. Conocido por su ingenio mordaz, su vestir extravagante y su brillante conversación, Wilde se había convertido en una de las mayores personalidades de su tiempo.

En la década de 1890, refinó sus ideas sobre la supremacía del arte en una serie de diálogos y ensayos; e incorporó temas de decadencia, duplicidad y belleza en su única novela, El retrato de Dorian Gray. La oportunidad para desarrollar detalles estéticos, combinada con temas sociales, le indujo a escribir dramas. En París, redactó Salomé, pero se prohibió su representación debido a que en la obra aparecían personajes bíblicos. Imperturbable, produjo cuatro comedias de sociedad en la misma época de 1890, que lo convirtió en uno de los más exitosos dramaturgos del Londres victoriano tardío.

En el apogeo de su fama y éxito, mientras su obra maestra, La importancia de llamarse Ernesto, seguía representándose en el escenario, Wilde demandó al padre de su amante por difamación. Después de una serie de juicios, fue declarado culpable de indecencia grave y encarcelado por dos años, obligado a realizar trabajos forzados. En prisión, escribió De Profundis,una larga carta que describe el viaje espiritual que experimentó luego de sus juicios, formando un contrapunto a su filosofía anterior, que era hedonista. Tras su liberación, partió inmediatamente a Francia. Allí escribió su última obra, La balada de la cárcel de Reading, un poema en conmemoración a los ritmos fuertes de la vida carcelaria. Murió indigente en París, a la edad de cuarenta y seis años.


Desde la ciudad Capital del Perv.
Víctor Abraham les saluda

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