Eduardo Galeano: El delirio de un soñador


 "Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable".

Eduardo Galeano


 

(...) Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y 1976 las Naciones Unidas han proclamado extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. 

¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito? 

Al fin del milenio vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible

el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; 

en las calles, los automóviles serás aplastados por los perros; 

la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; 

el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; 

la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; 

se incorporará a los códigos penales el delito de la estupidez, que cometen quienes viven por tener que ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega; 
 
en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar; si no los que quieran cumplirlo; 

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; 

los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; 

los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; 

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas; 

la solemnidad se dejará de creer una virtudes, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo; 

la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero; 

nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; 

el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, si no contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; 

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; 

nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; 

los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; 

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos; 

la educación no será el privilegio de quienes pueden pagarla y la policía no será la maldición de quienes no pueden comprarla; 

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda; 
 
una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú; 

en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria; 

la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo; la Iglesia también dictará otro mandamiento que se le había olvidado a Dios: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte"; 

serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; 

los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados; 

porque ellos son los que desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar; 

seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo; 

la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.

***

Sobre el autor:  


Eduardo  Galeano, nace en Montevideo el 3 de septiembre de 1940. En él conviven el periodismo, el ensayo y la narrativa, siendo ante todo un cronista de su tiempo, certero y valiente, que ha retratado con agudeza la sociedad contemporánea, penetrando en sus lacras y en sus fantasmas cotidianos. Lo periodístico vertebra su obra de manera prioritaria. De tal modo que no es posible escindir su labor literaria de su faceta como periodista comprometido.

La obra de Eduardo Galeano nos convoca a mirar qué pasado hemos levantado y qué futuro estamos dejando para nuestros descendientes. Establece un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material, la hipocresía de un mundo que sigue abriendo cada vez más distancias entre los que tienen y los que no tienen. Lo demagógico puede ser un riesgo inevitable en este tipo de propuestas, pero Galeano la salva con un estilo conciso, brillante y, sobre todas las cosas, necesario. En Eduardo Galeano hay un compromiso constante con el ser humano y sobre todo una fidelidad a unas ideas que condenan el neoliberalismo y que siguen apostando por un socialismo real, no de andar por casa, y que de alguna forma recupere el pulso perdido, lejos del presente en el que el hombre es visto como una mercancía y en el que parece que no hay lugar para las utopías.
 

Eduardo Galeano reside desde 1985, -tras finalizar la dictadura uruguaya-, en su Montevideo natal donde sigue haciendo su literatura y su periodismo de marcado tinte político.

Desde Lima, Ciudad Capital del Perú.
Víctor Abraham les saluda.

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