Homenaje a Miguel Hernández, el rayo que no dejó nunca de cesar.


“Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor.”

Pablo Neruda, en alusión a Miguel Hernández

***

Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.

Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

Coloco relicarios de mi especie
a tu talón mordiente, a tu pisada,
y siempre a tu pisada me adelanto
para que tu impasible pie desprecie
todo el amor que hacia tu pie levanto.

Más mojado que el rostro de mi llanto,
cuando el vidrio lanar del hielo bala,
cuando el invierno tu ventana cierra
bajo a tus pies un gavilán de ala,
de ala manchada y corazón de tierra
Bajo a tus pies un ramo derretido
de humilde miel pataleada y sola,
un despreciado corazón caído
en forma de alga y en figura de ola.

Barro en vano me invisto de amapola,
barro en vano vertiendo voy mis brazos,
barro en vano te muerdo los talones,
dándole a malheridos aletazos
sapos como convulsos corazones.

Apenas si me pisas, si me pones
la imagen de tu huella sobre encima,
se despedaza y rompe la armadura
de arrope bipartido que me ciñe la boca
en carne viva y pura,
pidiéndote a pedazos que la oprima
siempre tu pie de liebre libre y loca.

Su taciturna nata se arracima,
los sollozos agitan su arboleda
de lana cerebral bajo tu paso.
Y pasas, y se queda
incendiando su cera de invierno ante el ocaso,
mártir, alhaja y pasto de la rueda.

Harto de someterse a los puñales
circulantes del carro y la pezuña,
teme del barro un parto de animales
de corrosiva piel y vengativa uña.

Teme que el barro crezca en un momento,
teme que crezca y suba y cubra tierna,
tierna y celosamente
tu tobillo de junco, mi tormento,
teme que inunde el nardo de tu pierna
y crezca más y ascienda hasta tu frente.

Teme que se levante huracanado
del bando territorio del invierno
y estalle y truene y caiga diluviado
sobre tu sangre duramente tierno.

Teme un asalto de ofendida espuma
y teme un amoroso cataclismo.

Antes que la sequía lo consuma
el barro ha de volverte de lo mismo.

Del libro de poemas: “El rayo que no cesa” (1934-1935)


Enlace al libro: “El rayo que no cesa” (1934-1935)
http://www.poeticas.com.ar/Biblioteca/El_rayo_que_no_cesa/elrayoframe.html

Reflexiones en torno al escritor:

Deslumbrado por “la belleza bucólica de Garcilazo, por su dolorido sentir, y por las furias y penas de Quevedo”, Miguel Hernández, poeta español escribió: “El Rayo que no cesa”, publicado por vez primera en 1936.

Hombre “genial y epígono de la Generación del 27”, como fuera llamado por Dámaso Alonso, este año se cumplirá el Centenario de su Nacimiento. La ciudad de Orihuela lo vio nacer. De condición humilde y de parentela muy pobre, criador de ganados y gran amigo de Ramón Sije; ya joven se traslada a Madrid y comienza a relacionarse con grandes poetas como Aleixandre, Neruda y Alberti. Más tarde es abrazado por la Guerra Civil incorporándose al Ejército Popular de la República. Víctima de la guerra es apresado y muere finalmente en la prisión general alicantina el 42 a los 31 años, corta vida para un enorme poeta.

Víctor Abraham
Desde la Ciudad de los Reyes del Perv.
Enero, 2010

Comentarios

Entradas populares